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18. Al contemplar a Dios, sumo Bien, de quien pro– cede todo bien, ha de brotar de nuestros corazo– nes la adoración, la acción de gracias, la admira– ción y la alabanza. Llenos de gozo pascual, viendo a Cristo en to– das las criaturas, vayamos por el mundo ento– nando alabanzas e invitando a los hombres a ala– bar al Padre, hechos testigos de su amor en nuestra vida fraterna, en la oración y en el apos– tolado (l Reg., 21-23; Cántico de las Creaturas; Espejo Perf., 100; Const. n.º 32). Hemos de orar en todo tiempo en espíritu y en verdad, con puro corazón y mente pura, ya que ésta es la única oración que agrada a Dios (Jn., 4, 24; II Reg., 16; I Carta de San Fran– cisco). 19. La oración ha de tomar como base, ante todo, la Sagrada Escritura y la atención vigilante al Espí– ritu que habla en la Iglesia, en los signos de los tiempos, en la vida de los hombres y en nuestro corazón (Const. n.º 32). Una fuente particular de nuestra oración constituyen los escritos de San Francisco, juntamente con las Constitucio– nes; es nuestro deseo que cada hermano los ten– ga a mano. -53-

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