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ficadas, obras desproporcionadas que se han re– velado inútiles y que ha habido que cerrar, me– dios excesivos de comunicación, técnicas en des– acuerdo con el nivel del contexto, tenor de vida demasiado diferente del de las personas con las cuales hemos sido llamados a vivir, etc ... Nuestros misioneros, en relación con las igle– sias locales, deben colocarse administrativamen– te al igual que los demás misioneros: contando, por ejemplo, con ayudas y subvenciones, conve– nios y compromisos temporales. La administración y la programación de las iniciativas sea concertada en común y no se re– serve al superior solamente, ni mucho menos a los religiosos particulares. Nuestro voto de pobreza y nuestra profesión minorítica tienen validez particularísima para cada uno de no– sotros; por lo mismo, se desaprueba el peculio personal y todo gasto y obra decididos y finan– ciados de manera privada. Se alaba a aquellas "misiones" en las que los misioneros se encuentran juntos, una o varias veces al año, para decidir de común acuerdo los gastos que han de invertir en el apostolado, en los medios de comunicación, en los edificios y en la vida diaria. No se preocupe el misionero de realizar obras grandiosas, sino más bien obras modestas y autosuficientes, de manera que, cuando él se vaya, puedan continuar adelante por sí mismas sin particulares dificultades y sin necesidad de ulteriores financiamientos; Por otra parte, en la perspectiva de una auténtica promoción, el misionero no olvidará las grandes posibilidades que tiene de despertar -55-

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