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con los no cristianos, con tanto y mayor moti– vo debemos establecer una comunión nueva con los cristianos no católicos. El ecumenismo, que brotó con fuerza en la conciencia de la Iglesia gracias al Papa Juan XXIII y al Concilio, ha dado impulso para su– perar el escándalo que los cristianos divididos han exportado a los pueblos que han ido a evangelizar. ¡ Ojalá estén los Capuchinos entre los prota– gonistas de la Iglesia ecuménica! Todas las iniciativas comunes a nivel local en el plano social, político y religioso deben estimularse, aunque sin comprometer la fidelidad a las pro– pias creencias. ¡ San Francisco, tan ·apreciado por los cristianos no católicos, nos dé su len– guaje y su corazón evangélico! La secularización 30. Una oleada, que no perdona ningún con– tinente, es la secularización. Muchos cristianos, y también muchos adeptos a religiones no cris– tianas, "emigran" de los propios sistemas y de las propias estructuras religiosas. No se hacen pura y simplemente a religiosos, pero abando– nan muchas concepciones, compromisos y mitos. Siguen su propio camino y se convierten en una especie de "nómadas religiosos". La secularización, de suyo, es un proceso positivo, que quiere dar al mundo de la cultu– ra y de la ciencia la legítima autonomía (G. S. 59), sin negar por eso la fe en Dios creador y misterio último del hombre. Los hermanos menores, teniendo muy en -38-

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