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ten hoy que también las demás religiones pue– den ser caminos salvíficos y que Cristo actúa en ellas por medio de su Espíritu. De hecho la mi– sericordia de Dios no pone límite alguno ni hace discriminación entre pueblos elegidos y no ele– gidos, "sino que en cualquier nación le es grato el que lo teme y practica la justicia" (Hech 10,35). El hermano menor se alegra de esta valo– ración del mundo religioso y alaba al Señor por las maravillas que realiza en todos los pueblos. Procurará, pues, el diálogo y la oración común para intercambiar los dones de la experiencia de Dios. Visitas recíprocas, sobre todo con oca– sión de las fiestas religiosas, serán un signo de l.a creciente hermandad universal. Tal con– tacto abrirá también el camino a iniciativas comunes entre todos los hombres de buena vo– luntad en pro de una mayor justicia y paz en el mundo. Diálogo y misión 28. · De este modo, diálogo y misión son dos momentos del camino hacia Dios. No significan ya una alternativa. La actividad misionera no puede darse sin diálogo y el diálogo no excluye la misión. El diálogo tiene en sí mismo su pro– pio valor: dos hombres de diferente fe se en– cuentran, se abren, se aprecian, se admiran, se enriquecen mutuamente. Y será el Espíritu del único Dios quien provocará con tales encuen– tros el deseo y la posibilidad no sólo de inter– cambiar la experiencia de Dios sino también de cambiar de fe. Ecumenismo 29. Si éstas deben ser las nuevas relaciones -37-

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