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su trabajo la creac1on de las premisas de una Iglesia capaz de gobernarse por sí misma, de autofinanciarse y de difundirse, ya que toda iglesia -según el modelo de la Iglesia univer– sal- debe ser Iglesia misionera (A. G. 20). Nuestros misioneros han comprendido que el sentido de su presencia es el de formar líderes locales, clero, religiosos, catequistas, laicos com– prometidos en el progreso social y político- Qui– siéramos animarlos a dedicarse a la formación de las comunidades cristianas, a desarrollar en ellas los diversos ministerios, a darles mayor responsabilidad y. a hacerse, poco a poco, inne– cesarios; permaneciendo presentes de un modo más espiritual, aseguran así la comunión con las iglesias hermanas y con la Iglesia univer– sal, bajo el Obispo de Roma. Con actitud ae hermanos menores estarán al servicio de las iglesias locales, evitando ser un grupo de presión al interior o en contra de las mismas. Capuchinos en el Tercer Mundo 19. Nuestros hermanos han contribuido a fundar las iglesias particulares en los tres Con– tinentes meridionales. Un aspecto particular de nuestra presencia es éste: mientras que de 1922 a 1972 los capuchinos, en su mayoría extranje– ros, aumentaban en "nuestras Misiones" de 594 a 1590 (un promedio de 20 años), de 1972 a 1977, sin embargo, los misioneros extranjeros han disminuído casi 30 por año. En contrapar– tida han sido sustituidos por Hermanos nativos, de modo que el número total ha quedado prác– ticamente el mismo. Este fenómeno indica cla– ramente el cambio de nuestro tipo de presencia. -28-
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