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que hemos visto y oído os lo anunciamos también a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros. Y esta comunión nuestra es con el Padre y con su Hijo Jesucristo". (I Jn 1,3). 15. Por tanto, cuanto más se consagra uno a Cristo y a la Iglesia, tanto más siente la obli– gación de comprometerse en la causa de Cristo. Esa es la razón de por qué los religiosos "tienen en su vida consagrada un medio privi– legiado de· evangelización eficaz". (E. N. 69). "Cuanto más fervientemente se unen con Cris– to por esa donación de sí mismos; que abarca la vida entera, tanto más feraz se hace la vida de la Iglesia y más vigorosamente se fecunda su apostolado". (P. C. 1). Nuestro carisma de franciscanos da fuerza mayor y especial al celo misionero de la común vocación religiosa- Nuestra "misionariedad" es– tá impregnada del ejemplo fuerte y existencial de San Francisco y es el fruto de una intensa experiencia del "Espíritu del Señor y de su santa operación" y de la esencia evangélica y apostólica del franciscanismo. Pero es también la expresión espontánea y congenial a nuestra es– piritualidad fraterna y minorítica. Si el conte– nido central de la evangelización es dar testi– monio del amor del Padre y de la hermandad de todos los hombres, según ha revelado Jesús (E. N. 26), nuestra identidad nos lleva lógica– mente al servicio misionero: gesto fraterno pre– cisamente con aquellos que tienen mayor nece– sidad de sentirse hijos del Padre y hermanos de todos. Con razón, pues, "nuestra Orden recibe co– mo propio el ministerio de la evangelización y - 22 -

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