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Defensa de los derechos humanos los grupos, ausentes de aquellos lugares donde se con– suma precisamente la injusticia, o simplemente ciegos ante las injusticias de las que nosotros somos causantes? Nos sentimos más seguros en funciones directivas o de ense– ñanza. Tal vez es cierto que, como Iglesia, estamos poco habituados a afrontar las tensiones a cara descubierta, a escuchar y aprender, a revelar a nuestros hermanos sus derechos y acompañarlos en su promoción personal y co– lectiva. Nuestro discurso se ha hecho ciertamente más in– cisivo en lo que se refiere a la justicia, ¿pero tenemos lue– go el coraje de pasar a la acción como Iglesia? b) Luces 78. Especialmente a partir del siglo XIX se ha rea– lizado en la Iglesia un esfuerzo para desarrollar un cuerpo de doctrina social con el fin de alentar a los fieles en su compromiso social. El Vaticano 11 y' la reflexión posterior han marcado una orientación decisiva hacia el hombre. El Papa y los Obispos no cesan de invitarnos a esta reflexión. En muchos países la Iglesia defiende abiertamente los de– rechos humanos frente a regímenes de opresión y abu– sos contra 1~ ecología. Muchas veces es la única en ha– cerlo. Esta más clara toma de conciencia del amor de Je– sús por el ser humano ha encontrado por todas partes un eco entusiasta y, podríamos decir, nos ha vuelto a abrir al futuro. Las bienaventuranzas de la justicia y de la paz parecen ser un don especial del Espíritu para nuestro tiem– po, y en particular para los jóvenes. 111. NUESTRA FRATERNIDAD CAPUCHINA SOMBRAS Y LUCES a) Sombras «Insensibilidad 79. Tampoco nosotros, los capuchinos, estamos psíquica» exentos de estas limitaciones de la Iglesia. El Hno. Pas– cual Ryvyalski, entonces Ministro General, decía en su re– lación al Capítulo General de 1982 que nosotros, capuchi- 48
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