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a) La oración de la fraternidad (Eucaristía, liturgia de las horas y otras formas) viviéndola de una manera crea– tiva, espontánea, verdaderamente participada y rea– lista. b) La vida de fraternidad, actuándola como una ver– dadera comunión de vida, que debe expresarse en la con– fianza y el perdón, en la comprensión, en la estima y el amor recíprocos, en la disponibilidad mutua y en el com– partir todo lo que somos y tenemos, con un cuidado es– pecial en relación con los hermanos enfermos o en dificultades. c) El trabajo en todas sus formas; que debe ser siempre expresión de toda la fraternidad (Const. 76,2: 145,6); sobre todo se debe expresar en la ayuda mutua, según los dones de cada uno, incluidos los servicios que se deben realizar cotidianamente en nuestras casas (Const. 84, 6). Insistimos en que el diálogo, en todas sus modalida– des, especialmente en las reuniones de fraternidad (capí– tulos locales) es un instrumento fundamental para la ani– mación de nuestra vida fraterna; los capítulos locales de– berán ser frecuentes y bien planificados, incluyendo la uti– lización de dinámicas de grupo. Como lo hacen diversos grupos y movimientos eclesiales, esforcémonos también nosotros por confrontar nuestra vida cotidiana con la Sa– grada Escritura. El modelo 24. A fin de que, iluminados por el Evangelio, po- evangélico damos superar las divisiones, la alienación y el individua– lismo en nuestras fraternidades, sugerimos que se adop– te el método propuesto por Mateo a su Iglesia en circuns– tancias similares (Mt 18, 1-20). Esto implica: que nos es– forcemos por superar las divisiones existentes (18, 1-4), que nos estimemos unos a otros sobre la base de la digni– dad de cada uno (18, 10-14) y practiquemos la corrección fraterna que nos invita a la conversión (18, 15-18). Con estos vínculos de solidaridad, promovidos mediante el mu– tuo aprecio y la corrección, creceremos en la unidad y nuestra oración será más eficaz (18, 19-20). 22

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