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los horizontes de nuestro conocimiento contribuyendo a una visión global de la vida. No obstante, vemos también en semejante desarro– llo algunos peligros, comd: relaciones interpersonales más superficiales, falta de espacios de silencio, incomunicabi– lidad, encerramiento en la inmanencia, absorción por las cosas materiales y consumismo, y -a nivel más estructural- la manipulación de los medios de comuni– cación por parte de los poderes políticos y económicos que proponen pseudo-valores. Pero, al mismo tiempo, descubrimos que se observa en el hombre un crecimiento en la necesidad del misterio y la trascendencia. El sentimiento difuso de la angustia y la turbación está generando una búsqueda de abando– no total en el misterio de Dios. De ahí una experiencia que es fruto sobre todo de la intuición y que tiende auna unión afectiva con Dios, vivida en las relaciones interpersonales y comunitarias. Muchos buscan otras formas de encuentro con Dios: ciertos elementos espirituales y formas de oración propios del Oriente están penetrando en Occidente. Fenómenos 4. También en la Iglesia y en la Orden descubrimos negativos y fenómenos negativos y positivos en relación con la positivos contemplación. La disipación interior, que busca una compensación en el activismo, compromete seriamente, por una parte, la experiencia de Dios en la oración y en la escucha de la Palabra de Dios, y por otra, el diálogo espiritual con nuestros hermanos. De ahí la incapacidad de ser «hom– bres de oración», y con mayor razón expertos capaces de acompañar e iniciar a otros en la oración . A veces, los métodos tradicionales no son juzgados como adecuados a las exigencias del hombre de hoy. Constatamos con gozo el surgimiento de muchas for– mas nuevas, que se esfuerzan por responder a la exigen– cia del hombre hacia la Trascendencia: desierto y centros de espiritualidad, nuevo eremitismo, apertura de los lai– cos a la vida contemplativa. 10

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