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al~unos ahorros para ammorar la deuda de la hipoteca e intereses de la misma. Siendo Superior de los PP. Capuchinos el R. P. Domingo de Villamon– drín y por mediación suya, Cáritas Diocesana consiguió que una señora, cuyo nombre no quisieron revelar, se hiciese a cuenta suya una reforma muy importante en esta tercera planta para residencia de ancianas. En aquella reforma se añadió, por la parte posterior del edificio, un ascensor y se sub– sanaron los bajos o sótano donde estaba instalado el lavadero, la cocina y despensa. Se denominó primero "Residencia Los Bárcenas", en atención a la familia de la donante antes mencionada; pero luego se le dio el nombre de "Residencia de San Antonio", cuya protección siempre fue notoria en la Congregación. Durante algunos años, los primeros de nuestra estancia en el chalet, se tuvo establecida una Academia de Peluquería, dirigida por D. Félix · Pescador y su señora, ambos peluqueros de la ciudad. En ella se formaron varias tandas de jóvenes e incluso religiosas. Luego, estas mismas capacita– das con sus correspondientes títulos profesionales. Las señoras acudían a nuestra Academia porque, amén de resultarles más baratos sus servicios, ayudaban a la casa económicamente. El trabajo de unas religiosas peluqueras era un buen estímulo para las de dentro y las de fuera y además un buen testimonio :le santificación del trabajo. La casa Colomer nos adelantó toda la instalación y poco a poco se fue amortizando. Cuando con la crisis de religiosas hubo que dejarla, el proyecto de resucitar esta actividad, como medio de promoción preferentemente para las religiosas, sigue en pie en espera de mejores tiempos. Las instalacio– nes siguen esperando ese día en un salón de la casa. Durante bastante tiempo, desde la· Casa Madre y en la residencia de PP. Capuchinos, algunas se encargaron de la limpieza de la iglesia, de las oficinas de la Revista El Santo, del lavado y planchado de la ropa conven– tual y sobre todo, atendían el comedor de los @obres para quienes prepara- ban la comida y se la repartían en días alternos. 1 • Como así y todo los medios económicos resultaban insuficientes para concluir el pago de la Casa Madre, se hubo de recurrir, como aconsejaba San Francisco, "a la mesa del Señor", y así, de dos en dos, comenzaron a recorrer la ciudad, los pueblos de la provincia y otras limítrofes pidiendo limosna. También se ofrecieron a colaborar en el movimiento promovido prin– . cipalmente por el capuchino P. Ignacio de Vega y nuestro Centro de Propa– ganda de Madrid, vendiendo ejemplares de la Sda. Biblia. No les faltaron a las hermanas anécdotas que contar en ese andar por amor de Dios recorriendo las sendas de la mendicidad. En algunos lugares las recibían bien; pero en otros, se les negaba el hospedaje . En otros se las confundía con maleantes y con gitanas o se les cerraban las puertas como a personas sospechosas. En fin, todo un tema para escribir un nuevo ejemplar de las Florecillas Franciscanas. Cierto día, recorriendo las afueras de Bilbao las hermanas Sor Ascen– sión y Sor María España, quedaron atrapadas en el ascensor, que a medio 39
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