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CAPITULO VII FUNDACION DE CARACAS (VENEZUELA) No obstante esto, si la Fundación de Madrid no cuajó como fuera de desear, fue la ocasión ~ue nos proporcionó otra que tuvo consecuencias mejores en lo económico, por los años en que mayores penurias padecía la Congregación. Siendo Provincial por segunda vez el P. Higinio de Trascastro, intervino personalmente en la fundación de Caracas (Venezuela). Los Hermanos de La Salle necesitaban religios2.s para la atención material de los alumnos internos de sus dos colegios de Caracas . Entonces las Religiosas alcanzaron en la Congregación el número de treinta y se nos presentaba una ocasión propicia para conseguir unos buenos ingresos económicos para costear el importe de la Casa-Madre que por aquel entonces acabábamos de adquirir. Se pusieron en regla los pasaportes. Se nos enviaron los correspondientes billetes de avión y, formando un grupo de consideración -pues eran ocho en total- marchamos rumbe a las Américas en busca de esta interesante aventu– ra para la Congregación. Era el 8 de Marzo de 1966. El avión iba casi vacío. Algunos hombres de negocios, dos monjas UrsJlinas armadas de guitarras españolas, que termina– das sus vacaciones se dirigían al Canadá y nuestra pequeña Comunidad "transoceánica" . Iba como Superiora Sor María Pilar García y la acompaña– ban, Teresa Espino, Marfa Pascual, Enedina Lozano, Concepción Fernández, Españita l'astrana, María Antonia Hincheta, Magdalena Gallego y posterior– mente, al año siguiente, para ocupar el puesto de María Antonia que nos abandonó, .fue I.1.aría Elisa González . Durante el viaje nos reuníamos como podíamos, para rezar la~ Horas, pero llamó más la atención de todos la hermosa voz de Sor Concepción y sus canciones montañesas. A la llegada fuimos recibidas en el aeropuerto de Maiquetía por varios Hermanos de La Salle y PP. Capuchinos de nuestra Viceprovincia de Vene– zuela. Las Madres del Divino Maestro, que compartían su labor de enseñan– za con los de La Salle, nos dispensaron las primeras atenciones y enseguida nos trasladaron a la pequeña casita dispuesta para la nueva Comunidad. Aunque la he calificado ce casita, constaba de dos plantas bastante amplias, terraza y una cerca suficentemente elevada como para dar la impresión de un amurallado recinto cor:.ventual. Transcurridos un par de años, pronto surgieron las dificultades. Primero algunos abusos de los Hermanos, que preferentemente veían en ellas a la mujer de cutis b lanco y españolas y sólo soñaron con emparentarse, perso– nalmente con ellas o emparentarlas con algún familiar suyo . En segundo lugar, la no muy consistente autoridad ostentada por Sor Pilar y la débil y poco arraigada obedienci2. de las demás, demasiado jóvenes e irresponsables. 29

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