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CAPITULO VI CON LOS HERMANOS DE SAN JUAN DE DIOS EN SANTANDER Y LA CASA DE EJERCICIOS Y ENFERMERIA DE LOS PP. CAPUCHINOS DE MADRID Una de las tareas que con mayor aceptación y por más tiempo realiza– ron las Capuchinas Misioneras del Trabajo fue la colaboración prestada a los Hermanos de San Juan de Dios en el Sanatorio Infantil de Santa Clotil– de en Santander. Antes de su transformación en Clínica de Medicina General, los Hermanos contaron siempre con dos o tres religiosas que se encargaron del lavado y planchado de la ropa en dicho Sanatorio . (14-X-1957 al 1- VIII-71). Por la mañana, las designadas para este trabajo, a continuación de la oración y Santa Misa, yo mismo las trasladaba en nuestro modesto coche Reanult. En un pequeño descanso a mediodía comían y, por la tarde, con– cluían sus faenas para regresar a la Casa y continuar su vida de Comuni– dad . Siempre realizaron contentas esta labor por tratarse de colaborar con los Hermanos de San Juan de Dios en una obra que gozaba de gran simpa– tía en toda la ciudad. Y si ellas estaban contentas, mucho más demostraron estarlo los Hermanos, por el testimonio que daban con su trabajo y el buen ejemplo y ayuda que recibieron de ellos . En más de una ocasión costearon excursiones a toda la Comunidad, como a Lourdes, Zaragoza y les regalaron ornamentos sagrados o les propor– cionaron alimentos. El recuerdo de los muchos años que trabajaron en el Sanatorio de Santa Clotilde pasará a la historia de la Congregación como uno de los más eficaces y testimoniales de las Capuchinas Misiüneras del Trabajo y de su colaboración con la Iglesia de los pobres. Otra fundación que se acogió con verdadero entusiasmo e ilusión fue la Casa de Ejercicios y Enfermería de los PP . Capuchinos en Bravo Murillo, 150, de Madrid. Desde sus comienzos, venía siendo atendida por las Religio– sas Terciarias Franciscanas del Buen Consejo. Pero, al cesar éstas, fue solici– tada nuestra presencia inmediatamente . Incluso con el enriquecimiento de tres de dichas religiosas que solicitaron ingresar en la nuestra. Acogimos la idea con verdadero regocijo, ya que se trataba de prestar a la Provincia de Castilla una ayuda que entonces necesitaba y se nos ofrecía la ocasión propicia para fundar en Madrid y corresponder, de algún modo, a las facilidades que nos había dado la Orden en los inicios de la misma Congregación. Formulamos ,una especie de contrato suscrito por el P. Monleras, Pro– vincial, en el que constaba cuanto se había de proporcionar a las religiosas, referente a sus atenciones espirituales , y materiales . Detallamos trabajos a 26

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