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En el reducido piso de la Hermana Aurora, tan sólo permanecieron las primeras Capuchinas algunos meses. Era tan pequeño que apenas podían desenvolverse y menos proyectar mayores cosas para el futuro. Se imponía buscar un local más amplio, especialmente con miras a establecer la casa noviciado. Un día salí con intención de ver la posibilidad de adquirir un chalet o algo parecido por el Paseo de Menéndez y Pelayo, donde abundaba este tipo de edificaciones por aquel entonces y frecuentemente deshabitados. Después de recorrer el Paseo , un tanto desalentado por la imposibilidad de conseguir alguno de aquellos edificios, por lo caros que sin duda resultarían para nuestros exiguos recursos económicos, me volvía ya de retirada cuando casualmente -yo diría providencialmente- me encontré con los Sres . de Royano, un matrimonio amigo, que ya conocía anteriormente y, al manifes– tarles lo que por aquellos parajes buscaba, ellos mismos me indicaron que en la calle de Canalejas, había un inmueble que, aunque modesto, podía servir– me para aquella finalidad. Al día siguiente teníamos ya la llave del dicho chalet en nuestro poder y trasladamos enseguida la primera Comunidad a los bajos del mismo, pues el sótano seguiría ocupado por una familia. Esto sucedía en octubre del 56. En abril del 57 se nos concedía licencia para abrir un oratorio semipúblico, aunque antes, el 19 de Marzo, onomásti– co del Sr. Obispo se dijo ya la primera misa para las Religiosas, cuyo núme– r-0, contando con las novicias, ascendía a diecisiete. 16 Ilmo. Sr. D. José Eguino y Trecu, Obispo de Santander.

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