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CAPITULO II LOS PRIMEROS PASOS Y LAS PRIMERAS MISIONERAS DEL TRABAJO Aquellos sueños, aunque no como los de José, de clara inspiración divina, dieron sus resultados. Se armó un pequeño revuelo entre las congre– gantes. Se realizó una pequeña encuesta que dio por resultado el que una docena de ellas sentía vocación religiosa y de aqu í se pasó a la idea de formar una nueva Congregación Religiosa de nuevo cuño. Se pensó en el fin a que deb ían dedicarse, incluso en los medios para conseguirlo, se diseñaron tocas y hábitos en consonancia con aquellos fines y medios y, naturalmente, se puso todo en conocimiento de la autoridad competente de la Orden Franciscano-Capuchina. Finalizaba entonces su trienio como Provincial el M.R.P. Higinio de ~ rascastro . Este, no sólo dio luz verde a la idea, sino que, asímismo , propuso darle nombre a la Congregación . Pero desde el comienzo se llamarían CAPU– CHINAS MISIONERAS DEL TRABAJO. Franciscano-Capuchinas, por su entronque en la Orden Franciscana y haber surgido en una residencia de Hermanos Menores Capuchinos, la de Santander, y en una iglesia dedicada a uno de los santos más distinguidos de la Orden, SAN ANTONIO DE PADUA. Y Misioneras del Trabajo, porque, é.demás de tener éste como instrumento propio de santificación personal hab ía de constituir su mejor medio de apostolado y servicio a los demás en un mundo en que se ha olvidado con demasiada frecuencia aquel dicho del Señor Jesús : "No he venido a ser servido, sino a servir" . Como llevaba también la dirección de la Orden Tercera Seglar de San Francisco , pronto lo pusimos en conocimiento de la Junta Directiva, perso– nas seglares de hondo sentido cristiano, que enseguida conectaron con noso– tros y con aquellos ideales franciscanos auténticos cien por cien. Nunca nos faltó su apoyo moral y su aliento. No quisiera menos de recordar al que des– de el primer instante se volcó en la obra: D. Ignacio Romero Raizábal. Pero es que, además, un día recibí la más agradable de las sorpresas de una de las que formaban parte de aquella Junta de la Orden Tercera. Me refiero a la Hermana Tesorera, Aurora Rueda Gómez , cuando después de confesarse, tímidamente me susurró al oído: "Cuente con una cantidad para los primeros gastos de la naciente Congregación.. .''. Y, pasada una quincena, otra sorpresa aún mayor : "Cuente con todo mi dinero y si puede ser, cuente con mi persona". La Hermana Aurora Rueda Gómez fue la primera que dio el paso decisi– vo . Tenía un puesto de venta en alquiler en el mercado, caminaba con dificultad por una ancestral desviación de la columna vertebral; pero veía con claridad los destinos de Dios. Aparte de su dinero -alrededor de 11

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