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3, 24). Con Jesús, vencedorde Satanás, sucede lo contrario: los ángeles le servían. El combate con lafuerza demoníacaes elementodestacadísimo igualmente enMateo y Lucas, los cuales llegan a explicitar las tentaciones. En este cuadro, la oración de Jesús es la oración del combate. Y así caemos en la palestra de la vida humana. La vida humana es combate. Militia vita hominis super terram, decían los viejos predicadores citando a Job. ¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra... ? (Jb 7,1). Terrible lucha que los pobres mortales la vivimos desde ángulos diferentes, pero al fin lucha humana, desde el duro marxismo de otros tiempos hasta la aniquilación de la mística en su clausura. El hombre religioso sabe que la victoria de esta lucha es la oración. Gandhi, hombre del Espíritu, que entendía de lucha y de oración, llegó a decir que se puede pasarun día sin comer, pero no sin orar. Sus carnes macilentas supieron de días y días sin comer por la lucha, pero su espíritu vivió constantemente en oración. La lucha y la oración aparecen dramáticamente en el evangelio en el episodio del endemoniado epiléptico, al bajar del monte de la transfiguración. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaron en privado sus discípulos: ¿Porqué nosotros no pudimos expulsarle? Les dijo: Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración (Me 9,28-29). La oración es la fuerza de los débiles, la única fuerza de los débiles, de los débiles... que constitutivamente somos todos los humanos, de forma que la deserción de la oración es infaliblemente nuestra derrota. Y la Cuaresma sacude nuestra alma, para que recapacitemos y tomemos la vida con la seriedad que reclama. Hay otra forma de hablar de la oración, cierto, más calmosamente, más deleitosamente. Y puede sermuy oportuno hacerunaparénesis sobre laoración, como ejercicio cuaresmal: la lectura espiritual, máxime la lecturade las santas Escrituras, 56

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