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religioso, en el cual la criatura reconoce la santidad y majestad divina. La necesidad de la mortificación del cuerpo se manifiesta, pues, claramente, si se considera la fragilidad de nuestra naturaleza, en la cual, después del pecado de Adán, la carne y el espíritu tienen deseos contrarios. Este ejercicio de mortificación del cuerpo -ajeno a cualquier forma de estoicismo- no implicauna condena de la carne, que el Hijo de Dios se dignó asumir; al contrario, la mortificación corporal mira por la «liberación» del hombre, que con frecuencia se encuentra, por causade laconcupiscenciadesordenada, como encadenado por la parte sensitiva de su ser; por medio del «ayuno corporal» el hombre adquiere vigor y, «esforzado por la saludable templanza cuaresmal, restaña la herida que en nuestra naturaleza humana había causado el desorden» (Oración del jueves de la semana de Pasión). 2 El pueblo de Dios, caminando hacia la Pascua, ayuna. Dice el Concilio: Lapenitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social (SC 11O). Nos resulta superfluo justificar estos criterios. Añadamos esquemáticamente cuál es la disciplina penitencial de la Iglesia, según el Derecho Canónico. - «En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de Cuaresma» (c. 1250). «Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardan el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo» (c. 1251). 2. PABLOVI, Paenitemini, parte 11. (Véase en: A. PARDO, Documentación litúrgica postconciliar. Enchiridion. Barcelona, Regina 1992, n. 2463). 54
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