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Mucho ha reflexionado Pablo sobre Moisés, la figura más importante para los judíos en la historia de Israel; pero su preferido ha sido, si así podemos hablar, Abraham. Abraham es el inicio de la fe, la estampa perfecta del creyente. Dios le sale al encuentro, antes de que hubiese Ley, y Abraham cree, se confía, se abandona sin retener nada. Su fe simple es tan poderosa y sublime, que es capaz de entregar a su hijo querido, al hijo de la promesa. Abrahames por antonomasiaelcreyente. Para el cristiano Abraham es el emblema de la fe. Ahí ha visto Pablo la estructura de la justificación: Abraham se confió a Dios, nosotros debemos confiarnos a Cristo, al crucificado y resucitado por nosotros, porque en él ha puesto el Padre la salvación. Tercer domingo Avanzamos, y en el tercer domingo llegamos a Moisés, la figura fontanal del Antiguo Testamento. Moisés, eje del Pentateuco, es el liberador, el profeta, el legislador..., en una palabra, el mediador. Todas ías funciones carismáticas de la primera Alianza giran en torno a él. Tres páginas, como tres destellos, para poner a la comunidad de hoy ante la revelación de Dios: Masá yMeribá, la tentación de quienes no comprenden el don de la libertad a la salida de Egipto (Ex 17) en el año A; y en los dos sucesivos: la pro– mulgación del Decálogo (Ex 20)y la revelación del Nombre Divino cuando la vocación de Moisés en Horeb (Ex 3). No es el momento de que nos detengamos en consideraciones parciales sobre estas escenas. Sí, en cambio~ es justo subrayar de nuevo la importancia del Exodo como libro para nuestro itinerario cuaresmal. El pueblo camina, pueblo de dura cerviz que va experimentando las maravillas de Dios y murmura, pueblo salvado, pueblo al que se le comunica, en el fuego del Sinaí, la presencia del Dios santo y su divina Palabra, pueblo de la alianza. Cuando lleguemos a la noche pascual escucharemos como lectura central la del paso del Mar Rojo 31
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