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Los griegos lo harían con sus epopeyas, sus mitologías y sus discursos filosóficos. Y las religiones milenarias de oriente lo harán con sus libros sacros. El hombre pensante busca sentido, medita en su desasosiego y pide una respuesta. Nosotros acudimos a la Biblia. Dicen los expertos que el núcleo espiritual de la Escritura puede estar en una convicción grabada en el corazón del pueblo y formulada en las páginas santas con estas palabras: Yahvé hizo subir a Israel de Egipto, o Yahvé sacó a Israel de Egipto. Son núcleos de fe arcaicos. El primero recurre 41 veces en los libros del Antiguo Testamento, el segundo 83 veces. Lo que comunica un enunciado de tal género se refiere a aquel evento único de cuando Israel se emancipó de Egipto. En aquel suceso los hombres semitas esclavos del Faraón hallaron su cohesión y su identidad, perfilaron un destino, recobraron de alguna manera su historia y proyectaron su vida hacia un futuro. El enunciado, dicho a veces en forma exhortativa en segunda persona, era una revelación, era una proclamación de fe, y era una exhortación, una especie de desafío sagrado, de cara al porvenir. La Cuaresma es tiempo meditativo. Hay que frenar la marcha de la vida y pararse a meditar. Y meditar ¿qué? Meditar sobre los problemas de siempre, sobre el origen, el medio y el final. Podemos abrir la meditación del Concilio sobre la condición del hombre en elmundo de hoy, que es la exposición preliminar en la «Gaudium et spes». Dice, por ejemplo, el Concilio en sus sabias cavilaciones: 28 La humanidad se encuentra hoy en un nuevo período de su historia en el que profundos y rápidos cambios se extienden progresivamente a todo el universo. Provocados por la inteligencia y la destreza creadora del hombre, reinciden sobre el mismo hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre su modo de pensar y de actuar con respecto a las cosas y a los hombres. De ahí que podamos ya hablar de una

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