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entero, en el abismo del corazón y en la grandeza. El Tentador, es decir, el enemigo primordial de Adán, del Hombre, se acerca a Jesús. Jesús es el protegido de Dios, elMesías, el Hijo de Dios. El intento demoníaco es dar un viraje de existencia, trazar un «planning» para Jesús de acuerdo a lo que funciona y rinde en la vida. Doblegarse a la querencia del demonio es para Jesús su autodestrucción. Ceder es romper su propia identidad. El demonio, ángel de luz, puede utilizar la misma Escritura; pretende agazaparse en el signo de Dios, y escurridizamente trata de entrar por ese portillo de donde nos viene la luz del cielo, la Palabra. Jesús, el Fuerte, derrota al adversario que parecía el bien armado. Misterio tenebroso ése del mal, del inicio de la Biblia y del inicio del Evangelio, que nos sobrepasa y abruma. ¿Qué podemos hablar nosotros del mal, que laEscritura lo contempla como mal personal, qué podemos hablar nosotros de ese misterio tan sobrehumano? Y por otra parte esa realidad de espanto nos cerca en el corazón. El mal, con su crudeza demoníaca, está dentro de nosotros mismos. Mas he aquí el mensaje: Cristo es el Vencedor. Cristo, el compañero de ruta, el Siervo de Yahvé, es el invicto. Derroca al demonio, extirpa la maldad. Aguardemos, no obstante, a que la bandera de la victoria quede izada en la mañana de la Resurrección. Jesús transfigurado El segundo domingo, con una escena tan diferente, es el contrapunto del primero, y los dos juntos son una catequesis soberanadel misterio pascual. Domingo segundodeCuaresma, que es el domingo de la Transfiguración del Señor, un año con Mateo, otro con Marcos y el tercero con Lucas. De nuevo aquí nos importa más la totalidad del mensaje que los matices y perfiles de cada evangelista redactor. Jesús sube a la montaña. Esto sucedió cuando el ministerio público iba ya avanzado. En los primeros tiempos Jesús vio

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