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monjes, tenemos un escenario adecuado para representamos a Jesús en la lucha, presagio del final quebrado en Getsemaní y la Cruz. Jesús está en el núcleo de la lucha existencial de la criatura. Este es el tema. Los tres años se tomará sobre la misma escena: el desierto y las tentaciones según Mateo (año A), Marcos (año B) y Lucas (año C). Cualquier predicador, al evocar las tentaciones de Jesús, se siente impulsado a moralizar y a tomar el cuadro del combate como paradigma del combate cristiano. ¿Cuáles son las tentaciones raíces de vida, por las que de una manera u otra pasamos los pobres mortales? A lo mejor las vemos ya verificadas y resueltas en Jesús, nuestro guardián y jefe. Podemos acudir a un célebre pasaje de Hebreos, cuando después de haber recorrido la caravana de testigos del Antiguo Testamento, cincelados por el dolor, nos presenta la figura de Jesús: Corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma lafe... (Hb 12,1-2). El valor ejemplar de las tentaciones de Jesús es determinante. Nos lo recuerda el prefacio del día: ... y al rechazar las tentaciones del enemigo nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado. De alguna manera late en los Evangelios, quizás más acentuado en la presentación de Lucas. Con todo, el meditador, al tratar de desmenuzar un poco el texto evangélico, queda intrigado. ¡ Hay tal desnivel entre el caso individual, personal, de Jesús y el mío... ! Nuestras tentaciones son primarias, diríase que hoscas y brutas: tentación de lujuria, es decir apetito sexual incontrolado; tentación de vanidad, así de real y tonta; tentación de envidia, aunque bien pensado sea algo vergonzante; tentación de odio, horrible sentimiento del corazón humano. Así son nuestras tentaciones. Las de Jesús no las podemos homologar con ese mísero rasero. ¿Entonces? Entonces pasamos al profundo misterio de su persona, donde nos perdemos. Las Tentaciones y el Bautismo son dos acontecimientos paralelos para el asombro creyente. Las dos escenas tocan un misterio de despojo y solidaridad que, como misterio, no acabamos de explicar. Jesús es el ser humano 17

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