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EL B. DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ Y EL SIGLO ILUSTRADO 243 común indecentísimas. Ya habéis logrado se olvide dar ~a bendición en vuestras mesas antes de la comida y las gracias a Dios después de concluida ésta. Ya habéis alcanzado, como enemigos de la cr.iz de Cristo, qué es la señal y distintivo del cristiano, que ésta, como ri el nombre de Dios, no se vea en las cartas ni en sus cubiertas; y para nombrar al Señor sea usando de esta expresión: La primera causa, corr:.o propio no de la religión, sí de la humana filosofía que tanto amáis » 33 . « Ya habéis hecho usual la lección de ciertos libros extranjeros, no obstante la prohibición del Santo Tribunal de la Inquisición por la pernicio;,a doctrina que contienen; introducido ciertas -:>bscenísimas disfrazadas o disimuladas pinturas en abanicos, cajas o relojes, capaces de pervertir aun al más recatado y honesto; e inventado varios disimula– dos signos con que os conocéis y convocáis para la iniquidad. Ya... Pero ¿ dónde voy?» 34, La libertad de la mala conciencia se manifiesta « ya sacrificando a la impiedad vuestros hijos, ya contristando al amigo co::1 el infame adulterio, ya comunicando a otros vuestra relajación, o ya sosteniendo con vuestros caudales, empeños o autoridad las casas y escuelas de perdición, óperas, comedias, tragedias y demás teatros de pública di– versi-ón, sin respeto a las cautelas y circunstancias con que el Rey nuestro señor y el Supremo Consejo las tolera y permite » 35 • Es claro que el sermón impreso de la Magdalena no se predioó literal– mente en la catedral de Sevilla en 1777. Desconozco los efoctos de sus palabras. Pero por su carta del 22 de julio de ese mismo año 36 asistimos a la marejada gaditana de resultas de. su predicación: « En Cádiz faltó poco para colocarme en los altares y para ponerme en un iestierro. Lo primero, por la arrebatada e inconsiderada devoción del vulgo en toda clase de gentes, la que llegó a tanto que, el día último de mi predicación, hubo el Sr. Gobernador, por oficio propio, de enviar una escolta de ocho o diez soldados para que, con bayoneta calada, fuesen é..compañando por las calles a este nuevo insecto de maldad... Lo segundo, que es el destierro temido o la suspensión de predicar, hubo de r.acer no del Sr. Gobernador que, siendo, como es, un señor timorato, celoso y religioso, y a quien debí especiales favores, le es impropio ese modo de pensar; sí a otros que, en vista del sermón que prediqué a la Ciudad, o lo pensaron o lo apetecieron. En él dije la culpa grave de u::1. Senado en permitir la profanación de los días festivos con los teatros de toros, comedias, etc. Y con tocar otros puntos semejantes con grandísimo ardor y vehemencia, nada resultó, bendito Dios, sino sólo fomentarse el Sr. Gobernador le hubiese hablado en público con tanta fuerza. Le satisfice y quedó sosegado y en favor mío » 37 • " CO I, 431s. 34 CO I, 432. 35 CO I, 433. 36 DP, 53s. 37 El predicador ha vuelto a señalar dos abusos: comedias y toros. No está dando palos de ciego. Jean Serrailh (ob. cit. 279), siguiendo a Emilio Cotarelo y Mori, anota la violenta e incesante campaña del capuchino contra el teatro. Las censuns del P. Cádiz
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