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EL B. DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ Y EL SIGLO ILUSTRADO 239 Debía de ser en 1773 cuando le mandaron de improviso a predicar la cuaresma en Estepona. La villa ardía en discordias, pleit:::is y enconos fortísimos desde hacía quince años o más 6 • El viernes de enemigos predica el P. Cádiz y logra lo que nadie hubiera imaginado: la paz y reconciliación de aquellas gentes. La cuaresma p:róxima es en Ubrique 7. Siguióse a esto, en el año inmediato, la mis1ón de Ceuta 8 , más la primera misión de Málaga, cuaresma en Ronda, misiones en Mo:rón y Osuna. Esa estancia en Ronda da principio a una serie de ellas que se repetirán y prolongarán con mucha frecuencia durante la -.rida del pre– dicador. En casa del regidor perpetuo vivirá en soledad superior a la del convento, dedicado a la oración, enfrascado en el e~tudio, en el despacho a.e su correspondencia, en la preparación de sus escritos. La cuaresma de 1775 predica en San Roque, campo de Gibraltar. Este año es fundamental en la vida del Beato Diego José de Cádiz. Es el año de su encuentro con el P. Francisco Javier Gonzá~ez, religioso mínimo de San Francisco de Paula. El P. González, durante nueve años, será director espiritual del Beato, consejero prudente, alen--:ador de sus empresas apostólicas, instructor sobre su destino en la historia espiritual de su siglo. En uno de los epistolarios citados se conserva el tesoro de la correspondencia cruzada entre ambos. En 1776, a sus treinta y tres años, el P. Cádiz comiem::a en Sevilla una misión, interrumpida por una gravísima enfermedad. La recordará más tarde, precisamente en el sermón fúnebre de su director espiritual: « Notorio es a todos vosotros la grave enfermedad que padecí yo aquí 1 lo celebraban. Pero, por más que me instaron y aun estrecharon a que lo leyese, jamás me pude reducir a ello. Sentía en mi interior una oculta, suave fuerza que me hacía detestarlo, mirar con horror sus doctrinas y compadecerme de sus aficionados.. Yo me hallaba con un amor tan ardiente a la santa Madre Iglesia Romana que me hacía derramar lágrimas la tribulación en que la veía, y deseaba ser muy santo para co:iseguir de Dios el remedio de estos males, y muy docto para oponerme a estas nuevas fatales doctrinas que, desde luego, me pensaba serían reproducción de errores antiguos » (CA, 34). La primera edición del Febronio había aparecido en 1763. Sobre el Juicio Im¡:arcial, de Cam– pomanes, véase Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles V, Santander 1947, 184s. La primera edición de la obra de Campomanes es de 1768. En edición moderna la tenemos en la « Biblioteca de Autores Españoles » de Rivadeneira, t. 59, 69-204. En el epistolario del Beato, DP, desde la primera edición, se v:-ene escribiendo Bosnet, seguramente por una mala lectura del autógrafo del Beato, que habría escrito Bosuet, como en CI, 139. Quien lo leyó bien, según sospecho, fue el P. Fr. José Calasanz de Llevaneras (Vida documentada del Beato Diego José de Cddiz..., Roma 1894, 19), pues al copiar ese pasaje de la carta, en el espacio correspondiente al nombre de Bossuet, estampó cinco puntos, tal vez porque consideraba denigrante para el otispo de Meaux el juicio del P. Cádiz. Al Beato no le hizo falta la lectura directa de las obras de Bossuet y de Febronio. Le bastó dar un vistazo somero a las primeras páginas del Juicio Imparcial para descubrir la procedencia de los dardos disparados contra el papa. En esas páginas no hay una en que no se nombre reiteradamente a Febronio, junto a los elogios de « el ilustrísimo Bossuet », « el sublime Bossuet », « este gran prelado francés ». Más datos sobre el prestigio de Bossuet entre los ilustrados españoles ofrece J. Sarrailh, ob. cit. 142 y 599. 6 Cf. DP, 341. 1 Cf. DP, 343. s Cf. DP, 344.
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