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260 ANSELMO DE LEGARDA a los demás» 130_ En la alocución o arenga pronunciada entonces e impresa y reimpresa repetidas veces, aprovecha un momento para salir de nuevo en defensa del estado religioso frente a todos aquellos que se gobiernan por máximas meramente políticas, razones de estado y espíritu de irre– ligión, frente a los que piensan conforme a la impiedad del presente corrompido siglo 131. El 29 de febrero de 1784 fallece en Sevilla el P. Francisco Javier González, director espiritual del P. Cádiz, asistido por su dirigido. En sus honras predicará el sermón fúnebre. Antes tuvo que adherirse al regocijo nacional por el nacimiento de los gemelos Carlos y Felipe y por la firma de la paz, hechos aludidos en la carta del 14 de noviembre, como acabamos de ver. El regocijo iba a ser fugaz, pues los dos morirían en 1784. En el sermón panegírico– histórico-moral sobre los justos motivos de agradecer a Dios el duplicado beneficio del nacimiento de los serenísimos señores Infantes gemelos, y de la paz nuevamente establecida, dedica un sincero elogio a « nuestro católico monarca el señor don Carlos III, que Dios prospere muchos años, que, entre todos sus antecesores y ascendientes, se ha merecido por su notoria bondad el sobrenombre de Pío, con que será conocido de los siglos venideros » 132 • No faltan breves alusiones a los incrédulos y a los hipócritas libertinos 133 • Ofrece una larga enumeración de pecados frecuentes: amistades torpes, negociaciones o contrato.s injustos, enconos mortales. Menciona la casa de juego, el amigo que pervierte, los paseos ocasionados, la diversión peligrosa, el traje provocativo. Recuerda las confesiones mal hechas, las comuniones sacrílegas, los disturbios en las familias, las quimeras sangrientas, los juramentos falsos, los escándalos de la vecindad, los dispendios de la hacienda y otros 134 • En el sermón fúnebre mentado hace el elogio de su director espiritual, del P. González: « La ciencia animal o de la carne le fue igualmente desconocida. Aquella, digo, con que, adulando el apetito, se da licencia a la pasión y libertad a los sentidos. Aquella que, con el nombre injus– tamente apropiado de Filosofía, corre por el siglo entre los hombres carnales, sirviendo de regla inviolable a su desarreglada conducta, y que, sin más principios que los elementos o máximas del mundo, sin más razón que la falacia del sofisma y sin más objeto que la libertad de conciencia, establece un sistema que sólo puede llamarse tal en que su evidente desconcierto se ordena a destruir la verdadera piedad y religión» 135 • Sigue refiriéndose al horror con que miraba el P. González « los errores novísimos de nuestro siglo contra las verdades de nuestra santa fe, el abandono en que se halla la disciplina eclesiástica por la inobservancia de casi todas las venerables leyes de sus sagrados cánones, 130 DP, 688. m et. ca v, 264. 132 Ca II, 168s. 133 et ca u, 212 y 274. 134 et. ca u, 234-235. m ca u1, 22.

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