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244 ANSELMO DE LEGARDA No todos quedaron sosegados y en favor del P. Cádiz. En su ciudad natal, según refiere a los ocho días el P. González 38 , algunos harían empeño porque su conciudadano volviese, siquiera a predicar un sermón, para convencer a los émulos que no estaba privado de licencias, como publicaban. Antes de acabar ese año de 1777, el 25 de diciembre, predica en Sevilla el sermón de las tres caídas 39. En su esquema vuelven a acudir a la pluma del predicador los temas tratados durante los meses ante– riores. Sigue « siendo en los presentes tiempos el pecado reinante el de la ilustración o el libertinaje de los estadistas y espíritus fuertes de nuestro siglo ». Critican los ilustrados lo que se dedica al culto divino, pero se aprueba el lujo. Les parece lícito gastar en toros. Se persigue a Jesucristo en sus ministros, el clero, las religiones. Se oponen a que nadie entre en religión. A fines de enero de 1778 relata desde Córdoba los efectos de la misión en aquella ciudad: « Baste decir que, desde que toqué el punto de las comedias, se acabaron del todo, se ha cerrado la casa y han salido de Córdoba los cómicos dejándola libre de su ponzoña » 40 • Co11 su carta del 26 de junio de ese año el director espiritual foguea al predicador con sus consejos: « Sí, sí. Dios quiere servirse de ti, ignorantísimo, y te ha traído a la religión y al ministerio para que, armado de su omnipotencia, sabiduría y virtud, declares la guerra al dominante libertinaje y oscurísima ilustración del siglo tenebroso... El mundo contradice y quiere con su infernal ilustración destruir las máximas del Evangelio y el espíritu del cristianismo» 41 • se explican leyendo a José Ortega y Gasset, quien en su libro Gaya, Madrid 1963, 53 ss, pone de relieve la floración y aceptación popular del teatro desde 1760, debidas no al valor literario, que era bajísimo o nulo, sino a la serie de actrices geniales y de actores egregiamente dotados, de extracción plebeya, verdaderos exponentes de la rnanolería. y del rnajisrno. Contra este teatro plebeyo y castizo se pronunciaron los « ilustrados », educados en las ideas y gustos franceses. Es claro que al P. Cádiz le impulsaban unos motivos morales que no compartían algunos ilustrados, aunque todos disparaban contra el mismo blanco. Por lo que hace a los toros, el mismo Ortega y Gasset afirma (ob. cit. 52) que fue en torno a 1740 cuando la fiesta cuajó corno obra de arte, suscitando un verdadero frenesí en todas las clases sociales, con gravísimo daño de la economía doméstica, dándose el caso de hombres de pueblo que empeñaban la camisa para poder ir a los toros. Del frenesí producido en Castilla y otros puntos nos certificará años después un amigo del P,. Cádiz, el P. Miguel de Santander. En la doctrina para vivir y morir cristianamente dedica un apartado a los toros y a los novillos (Doctrinas y sermones para misión I, Madrid 1800, 349). Y lamenta: « Figuraos un par de corridas de toros en Valladolid, Salamanca o cualesquiera otras ciudades de esta Castilla o, si queréis, de todo el reino: ya tenéis a lo menos por cuatro días abandonados los talleres y los campos ». Eso supone un derroche de dinero entre plebeyos y nobles, cuando nadie da un cuarto para obras de beneficencia o culturales. En otras partes de la obra citada dedica pláticas especiales a combatir las comedias. as DP, 66. 39 Publicado en Arsenal de materias predicables, formado con autógrafos inéditos del Beato Diego José de Cádiz, capuchino, coleccionados y anotados por el P. Fr. Diego de Valencina..., Sevilla 1944, 192-197. ,o DP, 104. 41 DP, 125s.
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