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FRANCESCO SAVERIO TOPPI, O. F. M. Cap. ¡FRANCISCO, ENSÉÑANOS A ORAR! ¡Enséñanos a orar! Es la súplica del discípulo al divino Maes– tro (Le 11, 1), de los primeros frailes al Seráfico Padre (1 Cel 45), y es el ruego insistente que todavía ho_y le dirigen a Francisco sus hijos, que buscan afanosamente su respuesta en Capítulos Y Consejos plenarios, en congresos y convivencias, cuyo ritmo cre– ciente indica fo existencia de un problema y el ansia de resolverlo. En este clima de busqueda, se reunió, en diciembre de 1974, la asamblea de Ministros Provinciales de las cuatro Familias Fran– ciscanas de Italia, para reflexionar en común sobre el modo de recobrar el valor de· za oración. En aquella ocasión, el A. pronunció una conferencia que, notablemente enriquecidc., se publicó en un volumen, cuy!l traducción ofrecemos a nuestros lectores. Francesco, insegnaci a pregare. Palermo, Ed. Fiamma Serafica, 1975. INTRODUCCIÓN: APRENDER A ORAR Problema de siempre, problema que hoy se hace más agudo. En los célebres «Relatos de un peregrino ruso» se describe este problema con el realismo típico de quien sufre y quiere superar una d~ficultad de todos los días, de todo hombre. La Biblia prescribe que «es precise orar siempre sin desfallecer» (Le 18, 1), que «se ha de orar en toda ocasión en el Espíritu» (Ef 6, 18). Pero el cristiano que se dispone a hacerlo, tropieza inevitable– mente con la dificultad de cómo aprender en la práctica a orar. El pro– blema está sobre todo en encontrar un maestro sabio y experimentado. Es el prdblema que los apóstoles plantean a Jesús cuando le piden que les enseñe a orar (Le 11, 1-4). El «peregrino ruso» intenta resolver la dificultad leyendo libros y escu– chando predicaciones, pero en vano; lo consigue únicamente cuando en– cuentra a un maestro de espíritu -un «starets»- capaz de comunicarle una experiei1cia personal de oración. El maestro que nosotros hemos encontrado y que intentarnos seguir es Francisco de Asís, presentado por su primer biógrafo con esta frase lapi– daria: «non tam orans, cuam totus oratio factus», «no tanto un hombre que oraba, cuanto la pers.imificación misma de la oración» (2 Cel 95). Con rápida pincelada queremos recorrer las líneas fundamentales de su enseñaúza y profundizar en ella aplicándola a nuestra situación actual, que refleja problemas comunes a la vida religiosa en la Iglesia. San Francisco enseña que la oración nace del encue:itro personal con el Señor Jesús y que se hace una con el compromiso de conversión al E>vange:lio, de caridad operativa para con los hermanos. La fuente de donde brota tis la Palabra de Dios asimilada y vivida; la madre y maestra que lleva de la mano es María; los polos de atracción y las rampas de lanza-

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