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52 FRANCESCO SAVERIO TOPPI deleite, sino el Creador y nuestro Redentor y Salvador, el solo Dios verda– dero; quien es pleno bien, todo bien, entero bien, verdadero y surno bien... Que nada, pues, impida, nada separe, nada adultere; nosotros todos, donde– quiera, en todo lugar, a toda hora y en todo tiempo, todos los días y continuamente, crearnos verdadera y hurnildernente y tengamos en el cora– zón y arnernos, honremos, adoremos, sirvamos, alabemos y bendigamos, glorifiquemos y sobreexalternos, engrandezcamos y demos gracias al altí– simo y surno Dios eterno, trinidad y unidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas y salvador de todos los que en él creen y esperan y lo arnan, que sin principio y sin fin es inmutable, invisible, inenarrable, inefable, incornprensi:ble, inescrutable, bendito, loable, glorioso, sobreexal– tado, sublime, excelso, suave, amable, deleitable y sobre todas las cosas todo deseable por los siglos. Arnen» (1 R 23, 8-11). Cualquier comentario menoscabaría un texto tan expresivo. San Fr¿,i.n– cisco arde en arnor de Dios y quiere que todos se dejen invadir por este fuego beatificante. Las chispas que lo encienden son: la asimilación de la Palabra de Dios y la vida en comunión con la santísima Trinidad. 17. CREATIVIDAD Y ESPONTANEIDAD El Pobrecillo de Asís es el santo de la simplicidad y de la libertad de espíritu. Su Regla es el Evangelio, su guía es el Espíritu del Señor. El abandono confiado a la operación del Espíritu Santo y la docilidad a la Palabra de Cristo enriquecen su oración con una singular creatividad y espontaneidad. Su vida está constelada de expresiones maravillosas de oración creadora y espontánea; baste pensar en los dos encantadores relatos de la perfecta alegría y de la meditación dialogada sobre la humildad (Florecillas, cap. 8 y 9). Partiendo de circunstancias humildes y difíciles, Francisco hace brotar celebraciones estupendas de la gracia de la_ Cruz y de la gloria de Dios. Estas composiciones poéticas no hacen sino expresar el espíritu que aletea en los Escritos auténticos y en las oraciones personales del Santo, que indicaremos a grandes rasgos. Tenernos el así llamado «Oficio de la Pasión», que rnás bien debería llamarse «Oficio de Cristo», por cuanto abarca todo su misterio, de Adviento a Pentecostés, en el ciclo completo del año litúrgico. Requeriría un estudio aparte. Lo señalarnos aquí corno testimonio de una capacidad nada común de adaptar los textos bíblicos y litúrgicos a una oración personal, contem– plativa, y de percibir con intuición profunda la presencia y los sentimientos rnisrnos de Cristo en los salmos. Tenernos las «Alabanzas de Dios», escritas al dorso del papel de la ben– dición dada a fray León, cuyo precioso autógrafo conservarnos todavía.

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