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48 FRANCESCO SAVERIO TOPPI manas la «forma de vivir», les dice que «se han desposado con el Espíritu Santo». El motivo hay que buscarlo, sin más, en la experiencia personal intensa de los dones del Espíritu Santo y en la primacía del amor, operante en su vida interior y en su familia espiritual. María, morada y esposa del Espíritu Santo, se le presenta a Francisco como figura ideal y maestra. De aquí, el origen de su familia religiosa como «Fraternidad», cuyo Ministro General es el Espíritu Santo: «Ante Dios -decía Francisco- no hay acepción de personas, y el Espíritu Santo, Ministro General de la Religión, desciende por igual sobre el pobre y sencillo, como sobre el rico y sabio» (2 Cel 193); de aquí, su insistencia en que sus hermanos estuviesen unidos, se amasen mutuamente, como hijos de una misma madre, perma– neciesen juntos en el vivir según el Evangelio y en el orar. Véase lo que narra Celano (2 Cel 191-193), y la oración de Jesús por la unidad de sus discípulos, que san Francisco transcribe en el cap. 22 de la primera Regla. 14. ORACIÓN COMUNITARIA La oración comunitaria debe ser eco y expres10n de la verdadera vida fraterna. El Documento de Taizé (n. 14) dice: «Hemos de orar como Her– manos Menores. Somos verdaderos Hermanos Menores cuando nos reuni– mos en el nombre Cristo, en mutua caridad, de forma que el Señor esté realmente en medio de nosotros» (Mt 18, 20). El Concilio enseña: «Y es así como, por la caridad de Dios que por el Espíritu Santo se ha derramado en los corazones (rom 5, 5), la comunidad congregada como verdadera familia en el nombre del Señor goza de su presencia» (PC 15). Es preciso redescubrir y hacer operante esta presencia de Jesús en la comunidad religiosa, como fundamento de la vida fraterna y elemento constitutivo de la oración comunitaria. Es preciso, para ello, estar unidos en el nombre del Señor, o sea, buscar juntos su Reino, la verdad, el bien común, el amor recíproco. Sólo en este clima se desarrolla una verdadera oración. comunitaria. La crisis que se advierte en este campo tiene corno raíz la falta de atmós– fera sobrenatural; para remediarlo, no valdrán leyes y documentos, Capí– tulos e intentos de cambiar forn1as y horarios. Sólo hace falta traer de nuevo a «Jesús en medio de los suyos, unidos en su nombre» y vivirlo. Es el carisma particularmente desarrollado por la «Obra de María», que tiene su matriz histórica y espiritual en la Fraternidad franciscana. Es ya tiempo, quizá, de aprender algo de los movimientos religiosos contemporáneos, que renuevan y realizan hoy nuestro ideal. 22 No conside- 22 Cf. Analecta O.F.M. Cap. 81 (1965) 91, donde el P. Clementina de Vlissingen, Ministro General de los Capuchinos, en su carta sobre la renovación de la legislación de la Orden, señala

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