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jFRANCISCO, ENSÉÑANOS A ORAR! 45 tico, en el cual el mismo Cristo celebra con su Cuerpo, que es la Iglesia, el misterio pascual, ha de ser verdadero banquete de amor y vínculo de unidad. Ha de Hegar a ser más y más el centro vital de toda la vida de los hermanos. Es muy de recomendar la liturgia eucarística en común, sobre todo concelebrada, como fuente y cumbre de nuestra vida fraterna ... ». 13. MARÍA JUNTO A CRISTO En esta misma línea bíblica y existencial se sitúa la Virgen María en la oración y en la vida de san Francisco. Los testimonios de los biógrafos a este respecto son muy elocuentes. Escribe Celano: «Profesaba un indecible amor a la Madre de Jesús, porque nos había dado por hermano al Señor de la majestad. La obsequiaba con peculiares alabanzas, le dirigía ruegos, le ofrecía sus afectos tanto y de tal manera cual no puede expresar lengua humana. Pero lo que más nos alegra es que la constituyó abogado de la Orden y que cobijó bajo sus alas a los hijos que tenía que abandonar, para que ella los abrigase y auxiliase hasta el fin del mundo» (2 Cel 198). Francisco atribuía a María la inspiración de vivir según el Evangelio. «Por intercesión de Aquélla que había concebido al Verbo lleno de gracia y de verdad, logró concebir también él y engendrar el espíritu de la verdad evangélica... En la iglesita de Santa María de los Angeles, al pie del altar, oraba Francisco con gemidos a la Virgen Madre de Dios ... , y no fueron vanas aquellas humildes e insistentes plegarias ... Aquí, en efecto, en su humildad, dio comienzo, aquí fue progresando de virtud en virtud, aquí alcanzó felizmente la cima de la perfección evangélica» (Utl 2, 8 y 3, 1). La perfección evangélica se identificaJba para Francisco con la pobreza, y él la abrazó, porque la vio siempre unida en la _Madre y en el Hijo (2 Cel 200). Francisco enuncia con toda sencillez su propósito en estos términos, cuando escribe a Clara y a sus hermanas de San Damián: «Yo, hermano Francisco, el pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza del altísimo Señor nuestro Jesucristo y de su santísima Madre, y perseverar en ella hasta el fin» (Test. para Sta. Clara). Francisco amaba y honraba a María sobre todo imitando su pobreza. Hay un episodio en su vida que podría constituir hoy una indicación válida y predosa. A su vicario, Pedro Catáneo, que le pedía que se tomasen parte de los bienes para hacer frente a las crecientes necesidades de los muéhos hermanos que se encontraban de paso en Santa María de los Angeles, no dudó en decirle el Santo: «Cuando de otra manera no puedas atender a los hermanos necesitados, despoja el altar de la Virgen y quítale sus adornos. Créeme, a la Virgen le será más grato que se observe el Evangelio de su Hijo despojando el altar, que dejar vestido el altar, pero despreciando a

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