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42 FRANCESCO SAVERIO TOPP1 Pára san Francisco, la Pasión no se relega al pasado, sino que se sitúa, se repite hoy en el hombre que peca. Calcando un pensamiento de la Carta a los Hebreos (6, 6), apostrofa así a aquél que peca: «Los demonios no lo crucificaron, sino tú con ellos lo crucificaste y aún lo crucificas deleitándote en los vicios y pecados» (Adm 5). Si, pues, Francisco llora por el Crucifi– cado, es porque lo ve crucificado hoy en el hombre y púr esto quiere andar por todo el mundo a llamar a los hombres a la penitencia, llorando la Pasión del Señor. Es un pensamiento que se repite en sus Escritos: 1 R 21, Cartas a los Clérigos, a los Fieles, a los Custodios. Aquí está subyacente la teología paulina del Cuerpo Místico, con la intui– ción de la esencia del Sacrificio eucarístico. La Pasión de Cristo se renueva en la humanidad pecadora y se proyecta sobre el altar en la celebración eucarística, que «proclama la muerte del Señor, hasta que El venga» (1 Cor 11, 26). El cristiano participa de veras en la Eucaristía en. la medida en que con su compromiso evangélico lleva a término la obra de la redención, «completando en su carne mortal lo que falta a las penalidades del Mesías por su cuerpo que es la Iglesia» (Col 1, 24). Para recibir fructuosamente el Cuerpo y la Sangre del Señor, será in– dispensable, consiguientemente, eliminar el pecado, el amor propio, y hacer espacio al Espíritu Santo. En esta línea bíblica y teológica, escribe Fran– cisco en su primera Admonición: «De donde, el Espíritu del Señor, que mora en sus fieles, es quien recibe el santísimo Cuerpo y Sangre del Señor. Todos los demás, que carecen del mismo Espíritu y se atreven a recibir al Señor, comen y beben su propia sentencia (1 Cor 11, 29)». 14 El Espíritu Santo, principio y término de la Eucaristía, exige y crea una vida nueva, dando en la Eucaristía una participación efectiva en la vida de Cristo Resucitado. Pablo VI ha señalado a Francisco de Asís como el santo que supo reali– zar la síntesis entre la Pasión y la Resurrección, entre la espiritualidad de la Cruz y la teología de la Gloria. 15 En la Carta al Capítulo o a toda la Orden, después de referirse a la Pasión, escribe Francisco: «Escuchad, hermanos míos ... si se venera el sepulcro donde reposó el cuerpo de Cristo algún tiempo, ¡cuán santo, justo y digno ha de ser quien toma en sus manos, come con la boca y el corazón, y da a los otros para que lo coman, al que ya no ha de morir, sino que ha de ser eternamente vencedor y glorificado, a quien los ángeles desean con– templar! ...Que todo hombre tiemble, que todo el mundo se estremezca los árboles, ya en los cercados de los caminos". Por otra parte, parece que en tiempos de san Francisco, el Santísimo Sacramento estaba indicado con una cruz, así como hoy se le indica con una lámpara. 14 Cf. sobre toda esta temática: O. Schmucki: El anuncio del misterio eucarístico en san Fran– cisco; ejemplo para la piedad y predicación eucarísticas de sus hijos, en Sel Fran n. 17 (1977) 188-199. 15 Cf. Analecta O.F.M. Cap. 81 (1965) 90.

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