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jFRAN'.CISCO, ENSÉÑANOS A ORARl 41 En la Carta al Capítulo o a toda la Orden, dirigiéndose a los sacerdotes, les recomienda encarecidamente y de forma conmovecora que celebren «con reverencia el verdadero sacrificio del santísimo Ct:.erpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo ... Si alguno hiciere de otro modo, se convierte en Judas traidor y se hace reo del Cuerpo y Sangre del Señor (cf. 1 Cor 11, 27)». Y continúa: «Recordad, hermanos míos sacerdotes, lo que está escrito respecto a la ley de .Moisés, cuyos transgresores, aun en las cosas .materia– les, morían sin remisión alguna por sentencia del Señor (cf. Heb 10, 28). ¿ Cuánto mayores y más terribles castigos merecerá padecer ei' que hollar('., al Hijo de Dios y profanare la Sangre del Testamento, en la cual ha sido santificado, e hiciere afrenta al espíritu de la gracia? (Heb 10, 29). El hombre, en efecto, desprecia, profana y pisotea al Cordero de Dios cuando, como dice el Apóstol, sin apreciar (1 Cor 11, 29) ni discernir el santo pan de Cristo respecto de los otros manjares o cosas, o lo come siendo indigno, o también, si fuese digno, lo come vana e indignamente, cuando el Señor dice por el profeta: Maldito el hombre que hace las abras de Dios con engaño (cf. Jer 48, 10). Y condena a los sacerdotes que no quieren grabar esto de veras sobre su corazón, diciendo: Maldeciré vuestras bendiciones (Mal 2, 2)». Es verdaderamente impresionante cómo habla san Francisco de las faltas, contra la Eucaristía. No distinguir el pan consagrado, comerlo in· dignamente o también sin provecho, equivale a la traición de Judas e incluso a la profanación de la Sangre de la Alianza, al desprecio del Cordero de Dibs y al ultraje al Espíritu Santo. Llama la atención cómo aplica pasajes bíblicos y amenazas divinas, no sólo por culpas· graves contra la Eucaristía, sino también por atenciones no prestadas, descuidos y apatías hacia tan gran Misterio. Esto es ciertamente porque entrevé ahí la renovación de los sufrimientos de la Pasión. San Francisco contempla casi en una mirada única el sacrificio del altar y el del Calvario, con una transición tan rápida, que apenas se percibe. En la Carta a los Fieles enlaza la institución de la Eucaristía con el relato de la Pasión, concluyendo con un amargo llanto por aquellos que rechazan la salvación ganada en la Cruz, no recibiendo la Eucaris:ía o recibiéndola mal. En el Testamento recomienda aquella oración que va dirigida a la vez a Cristo Crucificado y Eucarístico.13 " La oración recomendada en el Testamento es la misma que enseñó a los hermanos (cf. 1 Cel 45). Leyendo atentamente este texto, aparece bastante claro que la oraciór: está dirigida al mismo tiempo a Jesús Eucarístico y Crucificado, De otra suerte no se explicaréan las palabras: "y en todas tus demás iglesias que hay en el mundo entero", añadidas no sin motivo a un versículo de la liturgia de la Cruz, y la nota histórica del primer biógrafo: "Por esto, en cualquier Jugar donde hubiese una iglesia, aunque no llegasen a entrar en ella y si sólo la divisasen en lonta– nanza, poníanse en su dirección, se postraban en el suelo, e inclinados profundamente adoraban al Dios todopoderoso diciendo: 'Te adoramos, oh Cristo, también en todas tus iglesias... ', según les había enseñado el santo Padre. Y lo que no es menos digno de admiración es que practicaban esto dondequiera que veían una cruz o sólo su señal, ya en tierra, ya en alguna pared, ya en
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