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jFRANCISCO, ENSÉÑANOS A ORAR! 37 Invitamos a leerla, a meditarla, reflexionando de modo particular sobre la exigencia, siempre presente, de responder al Amor de Dios con un amor «de obras y de verdad» (1 Jn 3, 18). A propósito de esto, tal vez no se pueda individuar u::ia categoría más conforme a la realidad histórica, para describir y definir la espiritualidad de san Francisco, que la de «RespUesta al Amor». 11 Para el Seráfico Pobrecillo, la. virtud, todo ejercicio de virtud tiene un sentido único, un motivo único .determinante: ¡responder al Amor! Y Francisco descubre el Amor de Dios, lo contempla, en el misterio de Cristo, en quien «se hizo visible la bondad de Dios y su amor por los hombres» (Tt 3, 4). En Cristo, él busca y encuentra sobre todo el amor; a Cristo quiere darle una sincera y operante respuesta de amor. El tema es cautivador e inagotable. Señalemos sólo a grandes trazos los puntos más destacados de la contemplación del· misterio de Cristo en Francisco. Escribe su primer biógrafo: «La suprema aspiración, el deseo más vehemente y el propósito más eficaz de nuestro bienaventurado Fran– cisco era guardar en todo y por todo el santo Evangelio, y seguir e imitar con toda perfección y solícita vigilancia, con todo empeño, con todo el ímpetu de su mente y fervor de su corazón, las huellas y la doctrina de nuestro Señor Jesucristo. Con asidua meditación recordaba sus divinas palabras y con sagaz penetración consideraba sus obras. Pero lo que ocu– paba más de continuo su pensamiento, y tanto que apenas podía pensar en otra cosa, era la humildad de la Encarnación y el amor de la Pasión de Cristo» (1 Cel 84). El pesebre reconstruido en Greccio y las llagas recibidas en el monte Alverna constituyen las expresiones culminantes, emblemáticas del modo cómo san Francisco contempló y revivió estos dos aspectos del misterio de Cristo, estos dos momentos de la benevolencia amorosa de Cristo hacia los hombres. 10. JESÚS EN LA EUCARIST1A En verdad, san Francisco podría ser llamado, más que el santo· del pesebre o de las llagas, el santo de la Eucaristía. Para testificarlo tenemos sus Escritos, que son ciertamente el exponente más auténtico y genuino de su espíritu. El tema de la Eucaristía, junto al de la Palabra de Dios, ~s el más acentuado, el más apasionadamente tratado. Su primer biógrafo declara: «Ardía de amor en sus entrañas hacia el Sacramento del Cuerpo del Señor, sintiéndose oprimido y anonadado por el estupor al considerar tan estimable dignación y tan ardentísima caridad. 11 Cf. K. Esser-E. Grau: Antwort dcr Liebe, Werl/Westf. 1967; trae.: Risposta all'Amore, Milári 1970.

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