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36 FRANCESCO SAVERIO TOPPI La contemplación y la posesión de un Amor tan inefable hacen estallar un himno de alabanza y de acción de gracias capaz de envolver en su onda embriagadora a todas las criaturas. «Mas a El, que tanto sufrió por noso– tros, que tantos bienes nos dio y nos dará en el futuro, toda criatura, que hay .en el cielo, en la tierra, en el mar y en los abismos, tribute ala– banza, gloria, honor y bendición (cf. Ap 5, 13), porque El es nuestra fuerza y fortaleza, El que es el solo bueno, el solo altísimo, el solo omnipotente, admiraible, glorioso y el solo santo, loable y bendito por infinitos siglos de los siglos. Amén» (vv. 61-62). Francisco posee un conocimiento sapiencial del misterio de la santísima Trinidad como principio y término de la ascesis cristiana. Lo atestigua una oración que sirve de broche final a la «Carta al Capítulo» o a toda la Orden, escrita al final de su vida, cuando ya estaba enfermo: «Omnipotente, eterno, justo y misericordioso Dios, concédenos a noso– tros, que somos míseros, hacer por ti mismo lo que sabemos que Tú quieres, y querer siempre lo que te agrada, a fin de que, interiormente purificados, interiormente iluminados y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y por sola tu gracia llegar a ti, Altísimo, que, en Trinidad perfecta y Unidad simple, vives y reinas y eres glorificado, Dios omnipotente, por todos los siglos de los siglos. Amén» (vv. 50-52). La lectura de esta oración, tan simple y tan completa, tan densa de contenido y tan sobria en la expresión, necesariamente nos pone en trance de reflexionar. En este esquema breve y claro asoman los elementos prin– cipales de la teología espiritual con las tres etapas clásicas del camino hacia la perfocción cristiana: purificación, iluminación, unión con Dios. Se pide lo esencial: hacer lo que Dios quiere y querer lo que a El le agrada. Se nos dirige al Padre, tomando apoyo en la acción del Espíritu Santo, para que nos conceda imitar al Hijo y así retornar a El, realizando su plan de salvación y de santidad. Una vez más es Cristo Jesús el punto de convergencia y de encuentro entre Dios y el hombre. Y la oración tiene siempre una función de estímulo para el compromiso cristiano, un reflejo en la coherencia de la vida. 9. RESPUESTA AL AMOR Francisco es el «Seráfico» por antonomasia, porque de un modo singular sintió el Amor de Dios y trató de responderle con todas las fuerzas de su ser. «No podía oír la expresión 'amor de Dios' sin experimentar un profundo estremecimiento... , pues inmediatamente vibraba, se conmovía, se infla– ma!ba, como si hasta la fibra más recóndita de su corazón hubiera sido pulsada al sonido de aquellas palabras ... Mucho debemos amar, decía, al Amor de Aquél que tanto nos amó» (2 Cel 196). Es del todo singular la paráfrasis del primer mandamiento que cierra, con un final rebosante de entusiasmo y de alabanza, la Regla primitiva.

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