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320 GER~ÜN ZAMORA LÓGICA Las Institutiones Dialecticae se inician con un proemio metodoló– gico sobre un tema relegado con frecuencia por otros tratadistas a la parte final de sus manuales, a saber, el modo de leer, estudiar y discu– tir con provecho en filosofía (I 33-40). Los tres breves tratados en que divide esas instituciones analizan la materia usual en las súmulas sobre las tres operaciones del en– tendimiento: la simple aprehensión, el juicio y el raciocinio, a las que se agrega la moderna cuestión del método. El tratado primero (I 41-52) comienza por su consideración de conjunto, para centrarse inmediatamente y con mucha concisión, en la de los signos, voces, nombres y verbo (I 45-52). El tratado segundo (I 53-73) explica sucesivamente la doctrina del juicio y la división de éste por razón de su forma (I 53-61), de su ma– teria y cantidad (I 61-63); las propiedades de las proposiciones: opo– sición (I 63-66), equipolencia y conversión (I 66-69) y, por último, la definición y división, como especies de la enunciación (I 69-73). El tratado de la argumentación (I 74-102) se ocupa de la noción de raciocinio, con sus reglas y «lugares» (I 74-82), de las clases de argumentación (I 82-84) y de silogismo (I 84-86), de la materia (I 86- 93), forma o figura de éste (I 86-87), sus reglas y principios (I 94-98) y de las varias clases des sofismas (I 98-102). Como remate de la dialéctica, diserta sobre el método (I 102-106) y propone cuatro ejercicios prácticos para ejemplos de disputa esco– lar (I 107-126). En el tratamiento de este temario se inclina, con preferencia, a Jacquier, el menos antiescolástico de sus guías. Por eso, no sólo son los tradicionales sus temas, sino la visión de los mismos. 5 Advierte que lo hace a conciencia de su discrepancia con los modernos y ello, para conformarse al gusto y uso consagrados (I 41). Si alguna vez tiñe su enfoque de cierta modernidad, suele hacerlo bajo el estímulo de la lógica de Port-Royal. Y, cuando disiente de los peripatéticos, con- 5. Francisco }ACQUIER ( 1711-1788), religioso mínimo francés, docente en Roma, matemá– tico, astrónomo, físico y filósofo ecléctico-escolástico, autor de unas popularísimas Institutiones pbilosopbicae ad st11dia theologica accommodatae, que citamos por su edición de Alcalá (1785). Fueron traducidas al castellano (Madrid 1787-1788). El desdén de A. Genovesi y L. A. Vernei por estas cuestiones es mucho más explícito que el de Villalpando, por lo general respetuoso con ellas, al menos «ut nostrorum gustui, et antiquitatis amori morem geramus» (I 41). Vernei remataba su exposición en estos términos: «En mysteria illa veterum Logicorum, quae pan– dere nefas erat» (o. c. 140). Más cáusticamente la despachaba Genovesi: «Quaeris cui bono fit conversionis et aequipolentiae doctrina? Nempe nunc fere tota inanis est: olim tamen, quum sophistarum disputationes valerent, earum concertationes aut alendis, aut finiendis percom– moda erant» (o. c. 140).

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