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346 GERM1\N ZAMORA quier, se abstenía expresamente de pronunciarse en favor de la pena de muerte contra los herejes contumaces, 42 porque se erizaba su sen– sibilidad «con sólo pensar en la sangre y las llamas». Como puede apreciarse, el europeo del país de la Inquisición, Francisco Javier de Villalpando, no iba tan lejos como su modelo, el «galo-romano» Fran– cisco Jacquier, en punto al castigo de que juzgaba dignos a los he– rejes protervos. La última pena no congeniaba con su sensibilidad de cristiano ilustrado. Pero en ese orden de cosas, como en el repu– dio del geocentrismo ptolomaico, él sabía no estar de acuerdo con la mayoría de sus compatriotas, máxime si eran eclesiásticos, ni con el estamento universitario de más solera, que se sentiría ofendido y provocado por las palabras citadas. De Genovesi (o. c. IV 283-312) continúa dependiendo, como fuen– te principal, en lo que escribe sobre los deberes imperfectos. En cambio, el tratado final, sobre las virtudes (III 417-440), re– zuma escolasticismo aristotélico-tomístico, apareciendo citado con frecuencia el autor medieval que más respecto le mereció y al que, según dijimos, catalogaba, con Genovesi, entre los «cordatiores» de su tiempo, Tomás de Aquino. El recurso a sus fuentes consuetudinarias no falla ni en la aren– ga al estudio de la ética y de las ciencias naturales, en que se trans– figura su conclusión a todo el curso filosófico (III 441-449). Allí rea– parece, citado por su nombre, su maestro más frecuente, Genovesi, para apostillar cuanto Villalpando deja escrito sobre la importan– cia vital de la filosofía moral (III 442-443). Junto a Genovesi, el otro maestro, que lo había sido de éste en filosofía natural: sin mencionarlo, allí aparece también Musschen– broek, con sus ideales de método científico en la investigación de la verdad, buscándola sin prejuicios, ni espíritu partidista, recogiéndola doquiera se encuentre, sin perder el tiempo en vanas discusiones, y puestas las miras en el bien de la humanidad, como gloria más sóli– da, es decir, conforme al dechado del sabio ecléctico soñado por su siglo: 42. Jacquier, o. c. IV 313s. «... si enim haeresis alios homines pervertere possit societatisque tranquillitatem turbare, jam severioribus poenis opprimi debet, atque ultimis etiam suppliciis, si societatis salus agatur, extinguí: salus enim publica saluti pri– vatae anteponenda est.» Villalpando (III 382s. nota): «Quod mortis poena protervi haeretici mulc– tentur, nec ímprobo, nec approbo. Ego sponte sanguinis effusionem, et flammas exhorresco, atque ad lenitatem, Religioni et spiritui, et an– tiquae praxi conformiorem, declinarem.»
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