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332 GERl\l ÁN ZA:\!ORA El todo de la obra aparece distribuido en una secc10n introduc– toria, otra en que se expone la física general, y una tercera dedicada a la particular: su conjunto constituye la cosmología científico-filosó– fica de Villalpando. Los dos apartados de la primera sección (II 1-35) tratan de la de– finición y división de la asignatura, de las reglas del filosofar en fí– sica (II 1-10) y de los principios de las cosas, materia, forma y acci– dentes, que somete a crítica, especialmente los dos últimos (II 11-35). A los preámbulos sigue el tratado primero de la física gene– ral (II 36-86), con este temario: el cuerpo y sus atributos genéricos (II 35-40), la extensión y demás atributos en particular (II 40-66), la existencia del vacío (II 66-75) y la divisibilidad infinita del continuo (II 75-86). El tratado segundo dedica sus doce capítulos al movimien– to (II 87-169) y cuestiones con él relacionadas: tiempo, lugar y mo– vimiento (II 87-89), las causas del movimiento en general (Il- 87-93), de las leyes del movimiento, la presión y las fuerzas (II 94-103), el movimiento rectilíneo, simple y uniforme (II 103-114), el movimien– to compuesto (II 114-120), el movimiento causado por otro móvil (II 120-122), el movimiento uniformemente acelerado y retarda– do (II 123-127) y el movimiento gravitatorio (II 127-130). Dedica un capítulo a la causa de la gravedad (II 131-137) y otro a las «fuerzas vivas» de Leibniz (II 137-142). Estudia también el movimiento pen– dular (II 143-152), la elasticidad y la atracción (II 152-156), las fuerzas centrales y las leyes de la atracción (II 156-161) y, por último, los choques (II 161-169). El tratado tercero versa sobre la estática de los sólidos y de los flúidos (II 170-189) y el cuarto sobre la electricidad (II 190-198). La física particular (II 199-520) comprende seis tratados, acerca, sucesivamente, del aire (II 201-246), del agua (II 257-270), del fuego y la luz (II 271-314), del cosmos (II 315-367), los meteoros (II 381-413) y el cuerpo humano (II 413-520), en el cual se encuentra el tratadillo sobre la generación, materia de escándalo para sus censores casi sin excepción (II 501-520) a causa de un detallismo entonces tabú. Su exposición de los «sistemas del mundo» concluye así: «Coper– nicano systemati adherebimus» (II 332), luego de aludir, en su favor y en el de Galileo, a los géneros literarios para entender la Biblia y el magisterio eclesiástico (íbid., 329). Ese guión, por cierto muy elíptico, muestra que la cosmología de Villalpando se ocupa más de ciencia que de pura filosofía. Caminaba en ello a tono con su siglo.

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