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DIMENSIÓN CARISMÁTICA DE LA TEOLOGÍA 315 Por lo demás, la dimensión carismática de la teología está pre• sente bajo otras denominaciones, por ejemplo al hablar de la vía afectiva, mística, para el progreso del dogma; 9 o también de la im• portancia del «sensus fideliurn» corno fuerza impulsora de este mismo progreso. 10 II. Lo CARISMÁTICO EN LA IGLESIA Y EN LA TEOLOGÍA Este rápido recorrido por la historia de la teología .nos permite afirmar que la preocupación por lo que denominarnos dimensión ca– risniática de la ciencia sagrada, en una u otra forma, se ha mantenido hasta nuestros días. Sin embargo, pensamos que la teología posterior al Concilio Vaticano II va a encontrar nueva oportunidad, necesidad y estímulo para reconsiderar este aspecto vital de la ciencia sagrada. En efecto, la reconsideración y revitalización de lo carismático, dinámico y profético dentro de la Iglesia es un hecho ampliamente confirmado y estimulado por numerosos textos del Vaticano II.11 Siendo el teologar un quehacer y función eclesial de primordial im– portancia, cabe esperar que el movimiento a favor de lo carismático afecte también al quehacer teológico y a la forma de ejercerlo en la Iglesia. Por otra parte, el rígido criticismo de la metodología cientí– fica moderna, aplicado a los enunciados del lenguaje teológico, ha hecho temblar los dogmas tradicionales y las formas tradicionales de expresión de nuestra fe. Para contrarrestar los efectos de una razón teológica exacerbadamente crítica, parece habría cierta nece– sidad vital de acudir, en forma más explícita, a la fuerza del Espíritu. No fiar nuestra .«intelligentia fidei» exclusivamente ni siquiera en forma prevalente a los factores racionales, lógicos; ni a la utilización de la metodología científica tomada de los saberes humanos y apli– cada a la doctrina sagrada. No es fácil determinar en qué sentido podría hablarse de una dimensión carismática en el interior del quehacer teológico. Porque, 9. F. MARÍN-SOLÁ, La evolución homogénea del dogma católico (:1-.iadrid, ed. BAC, 1952), páginas 395-425. 10. Una área privilegiada para esta actuación del «sensus fidelium» ha sido el misterio de María, según ha estudiado con pe~uliar detención C. DILLENSCHNEIDER, Le sens de la foi et le proces dogmatique du lvfystére Marial (Roma, 1954). 11. Los textos del Vaticano II se encuentran recogidos por M. A. MoLINA MARTÍNEZ, Dic– cionario del Vaticano II (Madrid, ed. BAC, 1969), bajo las voces «carismas- dones del Espíritu Santo». Más minuciosa y completa la obra de X. ÜCHOA, Index Verborum cum Doc.umentis Concilii Vatícani Sec1mdi, Roma, 1967. 2

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