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314 A. DE VILLt\.LMONTB reacc1on contra la teología que se enseñaba en las aulas, excesiva– mente especulativa, abstracta, razonadora, desencarnada de la reali– dad de la vida cristiana y de la vida de la Iglesia. Había en este movi– miento un consenso unánime en urgir la necesidad de cultivar la vertiente más dinámica, espiritual, práctica y vital de la sagrada doctrina; subrayando en ella los valores que posee en orden a fomen– tar la vida religiosa cristiana en la fe, esperanza y caridad, para salva– ción del hombre y edificación de la Iglesia. Naturalmente, esta fina– lidad de la ciencia sagrada imponía ciertas reformas en el método, en la problemática, en la finalidad inmediata del estudio teológico. Concretamente se subrayó la importancia dé revalorar el elemento carismático como impulso para el desarrollo de los contenidos de la fe. H. RAHNER proponía: «La teología kerigmática quiere ser una "theologia cordis", fruto, en verdad, de un don carismático del Espí– ritu».6 El aspecto carismático de la teología fue reivindicado más explí~ citamente por A. STOLZ, en acertada perspectiva hacia la tradición y hacia la actualidad. La teología en cuanto carisma, piensa A. STOLZ, habría de ser concebida y realizada como un discurso sobre Dios, proferido bajo el impulso del Espíritu de Dios, ordenado, en forma primordial, a la edificación del Cuerpo de Cristo, por la penetración y exposición de la verdad revelada. La teología debe servir, ante todo, a la promoción de la vida religiosa, espiritual, del cristiano, a la ala– banza de Dios, a la realización del Reino de Dios en el amor fraterno, a dar testimonio de la presencia e influencia de este Reino ya en este mundo. Desde luego no se trata de eliminar, ni siquiera de aminorar, la importancia del rigor científico, critico, de la investigación humana sobre lo revelado. Pero STOLZ tiene por seguro que, al definir la teolo– gía como ciencia, no se dice todo, ni siquiera lo mejor que cabría decir sobre la naturaleza específica de la sagrada doctrina. 7 Resulta de interés para nuestro tema el anotar que los propugna– dores de una Teología Kerigmática-carismática frecuentemente tenían a la vista la figura de san Buenaventura, el Doctor seráfico, como un maestro a quien debería oírse al tratar este problema. 8 6. H. RAHNER, Teología de la Predicación (Buenos Aires, 1950), 17. 7. A. STOLZ. H. KELLER, Manua/e Theologiae Dogmaticae. I: Jntroductia in Sacram Theo– logiam, pp. 13-17. 8. En forma del todo explícita se apoyan reiteradamente en san Buenaventura E. FrLERS, Gottes Wort. Eine Theolagie der Predigt nach Bonaventura, Freiburg Br., 1941. T. SorRON, 11.dlige Theologie {Regensburg, 1935). Hay trad. -francesa -que hemos utílizadO..:-, «La condi– tion du théologien», París, 1953.

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