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DIMENSIÓN CARISMÁTICA DE LA TEOLOGÍA 313 vida de la Iglesia. El objeto de su reflexión no son las cue~tiones dispu~ tadas, la defensa apologética, los problemas fronterizos con el saber mundano o la deducción lógico-racional de nuevas verdades, sino que se demoran, ante todo, en los problemas interiores de la propia vida religiosa cristiana, buscan la «intelligentia» de los enunciados de la fe, en vez de hacer razonamientos o deducciones sobre ellos; es decir, quieren avanzar más en intensidad y penetrar en el interior más que en amplitud y prolijidad de problemas. Dentro de éstos, seleccionan aquellos que tienen más directa relación salvadora y afectan más de cerca a las relaciones personales del creyente con su Dios. Se esfuerza en llevar al creyente a la vivencia y experiencia del Dios que se revela. Por ello su trabajo, denominado mejor «intellectus fidei» que «scien– tia fidei», está impulsado por las leyes de la «meditación religiosa», del afecto, del amor caritativo y por la fuerza del Espíritu que obra en la Iglesia y en los creyentes de más honda fe, que deberían ser los teólogos.ª San Buenaventura conoció muy bien esta teología y la gustó en las obras de Bernardo y los Victorinos, autores muy leídos y citados por él. Junto con otros factores, esta teología monástica no pudo me– nos de influir en el hecho de que el Doctor seráfico destaque, de forma relevante, la dimensión carismática en la tarea de teologar. 4 Desde finales de la Edad Media asistimos a la disociación conti– nuada y progresiva entre la teología especulativa, crítica, polemizante y razonadora y la espiritualidad cristiana; entre la ciencia de los teó– logos y la sabiduría de los santos, según se dice. Entre los años 1934-1944 (aproximadamente) un grupo de teólogos intentó poner fin a esta disociación entre la ciencia teológica y la vida teologal provocando el movimiento a favor de una llamada «Teología Kerigmática». 5 La Teología Kerigmática fue presentada como una 3. Ver J. LECLERQ, S. Bernard et la théologie monastique du XIIe. siécle, en: Analecta Sacra Ordinis Cister, 9 (1953 ), 7-23. Para el ambiente de la época la obra del mismo autor, lnitiation aux auteurs monastiques du Moyen Age (París, 1953), especialmente pp. 179-218. 4. En Buenaventura convergía, además, la influencia de San Agustín, Ps-Dionisio, Anselmo, en los cuales están visibles también los ideales de la «teología monástica». Buenaventura habla también de la disciplina o sabiduría «monástica»: «Disciplina autem duplex est: scholastica et monastica sive moruro; et non sufficit ad habendam sapientiam scholasticam sine monastica; quia non audiendo solum, sed observando fit horno sapiens». Coll. In Hex., II, núm. 3; V, 337a. 5. Amplia información y bibliografía sobre este movimiento teológico ofrece A. A. ESTABAN ROMERO, La controversia en torno a la teología kerigmática, en: XV Semana Española de Teología (Madrid, 1956), 367-410. Alejandro de VILLALMONE, La Teología Kerigmática (Barce– lona, Herder, 1963). Se ofrece aquí una apretada síntesis del sentido y valor de este movi– miento teológico. Hay bibliografía selecta al final. Exposición y crítica (negativa) más amplia en E. KAPPLER, Die Verkündigungstheologie. Gotteswort auf Lehrstubl und Kanzel (Freiburg i. Schw., 1949).
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