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DIMENSIÓN CARISMÁTICA DE U TEOLOGÍA 337 acción del Espíritu que es el principio vital de la Iglesia, en la fuerza de los carismas que El difunde sin cesar en la Iglesia. La crítica ra– cional es indispensable para librar a la fe de las adherencias humanas, pero tal crítica corre siempre el serio peligro de ser meramente nega– tiva y, sobre todo, de erigir a las creadones humanas en ídolos a los que el hombre adore en vez del verdadero Dios. En realidad la crítica auténtica que hay que hacer para purificar de continuo la fe de la Iglesia se ha de hacer por la fuerza de la misma Palabra de Dios, que la es que juzga los sentimientos y pensamientos con todo rigor y claridad (Hb. 4, 12, 13). Tal vez podría formularse como ley en la historia de la Iglesia que todo gran florecimiento de la ciencia sagrada está condicionado por una intensa renovación de la vida cristiana. En el siglo XIII las vivencias religiosas de los grandes espíritus, como Francisco y Do– mingo de Guzmán, fueron el presupuesto y el impulso para el gran florecimiento de la teología en hombres como san Buenaventura, santo Tomás, Duns Escoto.r,S Parece necesario también ahora que los teólogos, cuando quieran elaborar su ciencia, atiendan cuidadosa– mente, se pongan a la escucha de qué es lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Una teología separada de la vida religiosa real de la Comu– nidad de los creyentes sólo podría llevar una existencia lánguida, perdería lo mejor de su razón de ser en la Iglesia. Este estudio que sobre san Buenaventura hemos realizado podría ayudarnos a plantearnos con interés el problema de la presencia de lo carismático en la función teológica; e incluso nos ofrecerá suge– rencias nada despreciables para orientar, todavía hoy día, nuestra reflexión. ALEJANDRO DE VILLALMONTE, OFMCap Salamanca, septiembre 1974. 58. Ver, por ejemplo, las reflexiones de M. D. CHENU, El Evangelio en el tiempo (Estela, Barcelona, 1966), 51-78, especialmente. Cf. pp. 123 ss., y pp. 129 ss. P. Hrrz, Réflexions sur la théologie en notre temps, en: NouvRevThéolog., 94 (1972), 365-383; 673-704; espec. pági– nas 371, 686 SS. y 692 SS.
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