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DIMENSIÓN CARISMÁTICA DE LA TEOLOGÍA 335 tico» del Itinerario, y prototipo dél hombre «espiritual -contempla– tivo- seráfico» de la última era de la Iglesia. Por otra parte, si alguien quiere ver en Buenaventura una remi– niscencia de la época final, la de los contemplativos, como la era del Espíritu Santo, no habría inconveniente en admitirlo; siempre que se mantenga la perfecta «circumincesión-pericoresis» del Espíritu con el Hijo (y con el Padre) tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su comunicación ad extra. Al finalizar el opúsculo sobre la «Reduc– ción de las artes a la teología» se dice: «Nunca se llega al Hijo si no es por el Espíritu Santo, que nos enseña toda la verdad». La Iglesia del Verno encarnado no puede realizarse sino es siendo también la Iglesia del Espíritu Santo.M Por otra parte, es innegable que las ideas anteriores tienen en las Conf. sobre el Hex. un perfil más cortante, un pathos polémico y hasta una agresividad que no poseían en escritos anteriores. Buenaventura muestra la cara agresiva de sus convicciones porque la sabiduría mundana y mundanizante quiere sustituir a la sabiduría cristiana, que es la que edifica la Iglesia. Por otra parte, quiere defender a los hombres «espirituales» que cultivan una teología «pobre» que no quiere revestirse de los «esplendores de la ciencia», sino atender a la sustancia de la Escritura, la alabanza de Dios y la devoción. 55 G) Lo carismático en la teología, ¿un tema para este tiempo?– Más allá de la circunstancia vital histórica e incluso personal, en que Buenaventura propuso su enseñanza, puede quedar firme el hecho básico de que una función tan importante en la Iglesia como es la de inteligencia, reinterpretación y asimilación vital del Mensaje evan– gélico apenas podrá hacerse con eficiencia sino es bajo el impulso del Espíritu, ya que la profundidad del corazón de Dios sólo el Espíritu de Dios puede comprenderlas (1 Cor. 2, 10). Ciertos signos de nuestro tiempo podrían hacernos pensar que nos encontramos en presencia de nuevos, inarticulados y, a veces, desconcertantes, intentos de realizar el ideal de la «Ecclesia Spiritua– lis» con la que soñaron tantos cristianos medievales. Pensamos en la rehabilitación de la dimensión carismática, dinámica, profética de la 54. Reduc. art. ad Theol., núm. 26; V, 325b. Puede verse el estudio «La historia como revelación de la Trinidad» en la obra de Olegario GoNZÁLEZ, Misterio trinitario y existencia cristiana (Madrid, 1966), pp. 604-625. 55. «Praesumptuosus Deum non magníficat... curíosus autem devotionem non habet. Unde multi sunt tales, qui vacui sunt laude et devotione, et si habeant splendores sdentiarum. Fa– dunt enim casas vesparum, quae non habent favum mellis, sicut apes, quae mellificant». Hex. I, 8; V, 330b.
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