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318 A. DE VILLI\LM.ONTE varios puntos de vista estrechamente unidos, interdependientes, com– plementarios. A) El «Carisma» de san Francisco y la teología bonaventuriana. - Comenzamos por señalar, en primer término, la dependencia directa y esencial que la reflexión bonaventuriana sobre los contenidos de la fe tiene respecto de lo que se llama, en frase de fácil comprensión en la actualidad, carisma propio de san Francisco de Asís. Sabido es cómo la historiografía católica y más aún la no católica presenta a Francisco de Asís como uno de los máximos exponentes de la presen– cia y actuación de lo carismático en la Iglesia. El modo propio cómo Francisco vivió el Evangelio, su espiritualidad, su forma vitae como re– torno a la más pura forma del Santo Evangelio, eran en él efecto «del Espíritu del Señor y de su santa operación», de una «revelatio» divina, según dice en sus escritos. Después de la muerte su figura fue celebrada y exaltada como encamación histórica de aquel hondo, secular anhelo de la Cristiandad por realizar la «Ecclesia Spiritualis»; en la cual tendría lugar la perfecta universal difusión de los carismas del Espíritu y de la vida según el Espíritu.13 Pues bien, es un hecho del todo sobresaliente, constituye ya un tópico para los estudiosos de Buenaventura el calificar el pensamiento teológico del santo como una expresión, en categorías científicas, filo– sóficas y cultas de las viviendas religiosas inmediatas de Francisco, de lo que llamamos ahora el Carisma franciscano. E. GILSON, en su obra «La Filosofía de san Buenaventura», incluso desde su punto de vista filosófico creyó oportuno hacer notar: «Toda la filosofía suya -de san Buenaventura- está modelada sobre la espiritualidad de san Francisco». 14 En forma más verdadera e intensa puede decirse esto de su teología. El Doctor seráfico ha sido llamado con frecuencia «la conciencia filosófica y teológica de san Francisco». Lo que en Francisco fue pura vivencia del contenido del Evangelio, contacto personal con Jesucristo, es transformado por Buenaventura en afir– maciones teológicas científicamente elaboradas. Hay una continuidad 13. Una sugerente expos1c10n de este tema la ofrece Ernst BENZ, Ecc/esia Spiritualis. Kircbenidee und Gescbitcbstbeologie der franziskaniscben Re/ormation (Sttutgart, 1964}. Sus afirmaciones sobre el «mesianismo» franciscano deben ser contrastadas con posteriores investi– gaciones sobre el problema. Cfr. la recensión de la obra por M. BmL, en: Archc. Franc. Histor., 29 (1936), pp. 242-251. También E. IzEGEM, en: Collectan. Francis., 7 (1937), pp. 628-629. Interesante para el tema la obra de Stanislao DA CAMPAGNOLA, L'angelo del sesto sigillo e l' alter Cbristus (Roma, 1971). Por lo que respecta a Buenaventura, ver más adelante en el apartado F). 14. E. GrLSON, La filosofía de san Buenaventura (Buenos Aires, 1948), 79. Ver todo el capítulo, pp. 11-93.
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