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ALFONSO DE CASTRO 207 arrastrar a la herejía, en esta segunda su sentido cristiano y su conciencia de teólogo le convencen de que, siendo inútiles los procedimientos medicinales, ha llegado el momento de ac– tuar por la fuerza para impedir que la protervia y audacia de la herejía se imponga a la Cristiandad. Ya es bien significativo que ofrezca su obra al mismo emperador Carlos V. En la dedi– catoria le advierte que los herejes «tamquam rabidi et famelici canes omnia tentarunt, nullumque non moverunt lapidem, ut quod mente conceperant scelus, opere perpetrarent», llegando en su in– tento a subvertir todo el orden de la Iglesia, creando uno tal que el mismo César nunca quisiera fuera así la república cristiana a él sujeta 10 • La obra la tiene ya bien preparada, «ad umbilicum usque per– duxi», como escribe con frase pintoresca. Ahora, el César, con su poder político, y él mismo con la pluma, trabajarán en impedir que el desgarro de la Cristiandad sea definitivo. Que vuelvan a la grey del Señor los que se apartaron, termina diciéndole, y que tú, «Christianissime Cesar» , les obligues al yugo de la obediencia eclesiástica que prometieron, como has conservado en él a los pueblos hispanos, «gentem non minus liberam et ferocem» 11 • De seguro que al llegar aquí, la lectura ha llevado cierta co– mezón a más de un espíritu avisado y quizás alguien exclame a la italiana, si ha andado por aquellas tierras: «ma questo non va». Y efectivamente; el que la lucha contra la herejía se apoye des– caradamente en el poder político, se halla muy lejos de la con– cepción social-política moderna. Esta desazón adquiere relieve doctrinal cuando se enfrentan ciertas afirmaciones categóricas de pensadores católicos de nuestros días con la actitud de nuestro teólogo del siglo xvr. Recogemos por su significación unas líneas del filósofo tomista J . Maritain, entusiasta promotor de ese movi– miento de filosofía política que se ha dado en llamar NUEVA CRISTIANDAD. Así escribe en su libro Humanismo integral: Otro error cuyos gérmenes son también muy antiguos en Orien– te y en Occidente. podríamos denominarlo teofánico unas veces y teocrático otras. No sólo el mundo está salvado en esperanza, sino que ... se cree preciso que aparezca - en su existencia misma tem- !O . Opera... II, la. 11. Opera... II, 3b.
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