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206 ~ FELICIANO DE VENTOSA Pero es la protervia y la amenaza a la unidad de la Cristiandad lo que puede justificar tales medidas. Nunca un sentimiento de represalia o de enemistad política 7 • En la dedicatoria de 1556 al rey Felipe II, «Rex Christianissime et Christianae reLigionis decus et ornamentum», le dice que no encuentra a quién mejor ofrendarla que a él, por ser heredero de una monarquía que ha mantenido «perpetuum et irreconcilia– bile cum hostibus fidei catholicae bellum» y por llevar él mismo, como rey de Inglaterra, el título de Defensor fidei. «Non posses autem vere dici Ecclesiae defensor - se atreve a escribirle-, nisi fidem catholicam, super quam Deus ipsam Ecclesiam fundavit, totis defenderes viribus» 8 • Sobre el contenido general de la obra nos limitamos a advertir que es un verdadero arsenal, panoplia, como acostumbraban a decir entonces, contra todas las herejías. Es una especie de diccio– nario de todas ellas, pues siguiendo esta disposición va analizando y refutando cada uno de los errores que han negado la fe desde los tiempos de los apóstoles. Al refutar el error herético Alfonso de Castro aprovecha la oportunidad para exponer excelentes tra– tados dogmáticos que están esperando la pluma del teólogo que los potencie y valorice. Citamos, por vía de ejemplo, sus estudios sobre la gracia, la fe, la Eucaristía, la misa, la penitencia, las buenas obras, el celibato, etc. Como se ve, se extiende, sobre todo, en los temas más impugnados por la nueva herejía protestante. * * * La segunda obra de Alfonso de Castro tiene por título DE JUSTA HAERETICORUM PUNITIONE 9 • Responde a una actitud de ánimo distinta de la anterior. En efecto ; si en AnvERSUS OMNES HAERESES es el aspecto pastoral el que predomina, es decir, un anhelo por llevar el convencimiento a los espíritus para no dejarse 7. Su sentido de modedración lo recuerda la historia. As! escribe J. Bta. WEISS, Historia Universal (Barcelona, 1929) IX, 318: «Un religioso español, Alfonso de CaS– tro, recordó fervorosamente que el amor y no la venganza son prescritos por el Evan– gelio: cue se debla ilustrar a los errados y no quitarles la vida. Y durante algún tiem– po las persecuciones cesaron de hecho ... » También L. VON PASTOR nos habla del efecto de los conse~os de Alfonso de Cas– tro con estas palabras: «El 9 de febrero (1555) el obispo de Londres, Bonner, condenó a otros seis protestantes. Pero al dla sieuiente el franciscano Alonso de Castro tuvo ante el rey y la reina un sermón, en el cual censuró el proceder del gobierno, y al– canzó efectivamente que ntre tanto no se efectuasen más ejecuciones». O. c., XIV , 314. 8. Opera, I, t>. II. 9. D• justa haoreticoruni punitione, 11. 3. (Matriti, 1777), 2, 1 - 234.

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