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242 P. FE LICIA NO DE V EN TO S A defensa que hace de su causa contra la rebeldía de los Príncipes alemanes, que se levantaron no sólo contra la fe, sino contra su legítimo Señor. Hoy, provoca displicencia en ciertos medios teológicos la sim– ple evocación de las guerras religiosas. Se las considera calami– dad de tiempos no suficientemente maduros. Pero el hecho de que graves hombres de gobierno y excelentes teólogos pensasen de otro modo, hace reflexionar si esta postura moderna no implica demasiada condescendencia con el espíritu del día. Quien haya meditado sobre lo que se jugaba la Iglesia en las guerras religiosas de Francia de la segunda mitad del siglo XVI, no leerá sin protesta estas palabras de L. Salleron: D'un point de vue national, la Ligue était une entreprise de division étrangere et, si l'on veut, la plus formidable cinquieme colonne que nous ayons jamais connue 95 • No pensaban así aquellos hombres del siglo XVI que como el capuchino Angel de Joyeuse deja con anuencia pontificia los há– bitos religiosos temporalmente para ponerse al frente del ejército de la Liga, sin jefe por muerte de su hermano. Ciertamente fué la Liga apoyada por Felipe II. ¿No hizo con ello un gran servicio, nunca agradecido, a la Iglesia de Francia? ¿Qué hubiera sido del catolicismo de la vecina nación si el hugonote Enrique de Navarra hubiera triunfado desde la primera hora de su lucha por el poder? La resistencia de la Liga le hizo decir aquello de que «París bien vale una misa». Auténtico o no, señala el camino que se vió for– zado a tomar: el de la reconciliación con la Iglesia. Con ello, Francia no vió en el trono de san Luis se sentara un hugonote. Da pena advertir que por nuestros prejuicios muy siglo xx y por nuestro chauvinismo nacionalista, todo aquel bagaje teológico– jurídico que sancionaba aquellas guerras defensivas de la religión quede reducido a las mezquinas proporciones políticas de una quinta columna. Este entrecruce de opiniones nos invita a elevarnos algo más sobre los tiempos y circunstancias, pues los principios de la jus- 95. Le patriotisme a-t-it encare un sens dans la guerre moderne? en «Documentos», n.10, p .53,

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