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ALFONSO DE CASTRO 239 Con mentalidad muy distinta les replica que Dios nunca ha faltado ni faltará a su Iglesia y que por lo mismo entre los cató– licos siempre habrá excelentes maestros. Concede que en alguna ocasión los herejes han tratado fielmente algún tema ; pero se ha de temer que con el dulce estímulo de la verdad no inoculen el veneno del error. Su razonamiento concluye con este principio pastoral que la Iglesia ha tenido en cuenta en la censura de libros: Praestat igitur cibo quamlibet bono carere, quam illum exitiali veneno permixtum comedere. Et inde constat falsum esse illud, quod secundo loco in praefata argumentatione assumptum est, ubi dicitur, injustum esse privare Ecclesiam illis veris, et benedigestis, quae in libris haereticorum inveniuntur 86 • Una vez más creemos que el buen sentido cristiano está a favor de Alfonso de Castro. Y una vez más la argumentación de los partidarios del nuevo humanismo peca de ingenua. Aprovecharse de lo bueno donde se halle, es vieja tradición cristiana. Recuér– dese la famosa homilía de san Basilio sobre el modo de aprove– charse de los autores paganos. Pero de eso a la libertad implícita en la argumentación del padre Cangar media un abismo. Si la verdad tiene su fuerza, también la tiene el error, coadunado tan– tas veces con este lastre de maldad que a todos nos corroe. Y si esto vale de los individuos, a fortiori para las masas so– ciales. Estamos muy lejos de creer que la libertad de palabra haya traído más bienes que males a nuestra cultura cristiana. Es muy bello eso de recoger ahora las «astillas de verdad dispersa». Y muy urgente el hacerlo, añadimos por nuestra cuenta. Pero no nos hagamos ilusiones optimistas. Si el padre Cangar puede ha– blar - y con justicia - de ciertas verdades cristianas que han animado a movimientos ideológicos, como el socialismo 87 , un estu– dio sobre las luchas del Cristianismo en la época moderna lleva al convencimiento de ser el socialismo, sobre todo el continental, el gran culpable del ateísmo de las masas obreras, de este gran escándalo del siglo xx, como llamó Pío XI a esta suprema herejía. Ahora, este socialismo se ha replegado y tomado contactos con las democracias cristianas ante el feroz peligro del comunismo ruso, no sólo ateo como él, sino antihumano. Ante su gesto de última hora no podemos olvidar la trayectoria nefasta que ha se- 86. O . 1.1 1 c!t. 87. Art. cit., 49.
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