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ALFONSO DE CASTRO 231 cepto en la mínima porciúncula de su especialidad, es el elemento primordial del espeluznante hombre-masa que amenaza hoy a nuestra vieja cultura. Más que nunca la sociedad precisa de una aristocracia espiri– tual - no de la sangre que en gran parte ha traicionado su misión histórica - y sólo esta aristocracia de la virtud, del saber, de la elegancia social, esta aristocracia, encarnación viviente de los me– jores valores de la cultura es la auténtica sucesora y sustituta de aquel Rey Patriarca de las viejas sociedades que bebían de sus consejos y enseñanzas como un día bebieron de su sangre. No preanuncia Alfonso de Castro estos caminos de aristocracia espiritual, sino de modo muy implícito. Pero creemos que su con– cepción de la autoridad como elemento educador y elevador de los pueblos se halla muy cerca de esta concepción que se abre hoy día paso frente al optimismo personalista que nosotros juzga– mos «infantilismo trasnochado». Ya sabemos que desde el momento en que se hable de direc– ción por parte del Estado, el espectro del Estado totalitario y los nombres de los campos de concentración obsesionan a nuestros demócratas. Creemos, sin embargo, que una filosofía de la socie– dad y de la historia no puede estar a merced de la reacción even– tual de un determinado momento histórico. III LA CUESTION DE LA TOLERANCIA El tercer punto fundamental de nuestro estudio versa sobre la cuestión de la TOLERANCIA, que divide radicalmente a los viejos teólogos y a los partidarios del nuevo humanismo cristiano. En las Conversaciones CatóLicas de San Sebastián se intentó llegar a una fórmula sobre los derechos del hombre, dentro de la doctrina social cristiana, y no fue posible llegar a un acuerdo. La apasio– nante cuestión de la tolerancia dividía a aquellos representantes del pensamiento católico actual. Tenemos que decir que esta escisión dentro de la mentalidad católica viene de muy lejos. Por ello nos interesa tanto exami-

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