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230 P. FE LICIA NO DE V EN TOS A Los pueblos para esta mentalidad siguen siendo menores de edad, sometidos a vigilancia y necesitados de educación. Una y otra deben suministrar los jefes de los pueblos, si merecen el nombre de tales. Por ello exigía el viejo Platón que fueran elegi– dos los mejores y más perfectos. La mentalidad clásica ha sido siempre de este parecer. En la multitud, en el pueblo ha visto la materia que hay que moldear y perfeccionar. Nunca un ele– mento rector. La mentalidad cristiana recogió la vieja idea clásica y la dulcificó. La unción de los reyes evocaba ante los pueblos que ya tenían un guía providencial, en el que podían poner sus esperanzas humanas. La filosofía política de Alfonso de Castro en este aspecto del problema se mueve en este plano patriarcal que con todas sus deficiencias ·humanas ha dado los mejores días de gobierno que han conocido los pueblos de la culta Europa. A los propugnadores de la Nueva Cristiandad no satisface tan– to. Dicen que no nos hallamos ya en una edad ingenua, sino por el contrario, hemos llegado a tiempos de madurez. Ya el hombre occidental no puede ser conducido como un menor de edad. Hoy ya se sienten todos llenos de suficiencia y muy quienes para juz– gar de los destinos públicos de los pueblos. Por ello, la autoridad debe tener por misión, más que educar y dirigir, como sucedía en los viejos regímenes patriarcales -y siniestramente en los esta– dos totalitarios-, salvaguardar los derechos y las libertades de la persona. El hombre debe dirigir plenamente su vida religiosa: libertad de conciencia y culto. Su vida intelectual: libertad de pensamien– to y palabra. Su vida moral: libertad de acción y asociación 67 • Y ahora nos preguntamos muy en serio: ¿No será un supremo infantilismo pensar que el hombre del siglo xx ha salido de su infancia, como pueblo? ¿No se habla hoy más que nunca del hombre-masa? ¿Y no es de temer que este hombre-masa se halle en un estado peor que el del niño, que es consciente de su impo– tencia? Porque este señorito de los tiempos nuevos, tan grafica– mente descrito por Ortega y Gasset como «sujeto de derechos y no de deberes» 68 , presuntuosamente convencido de que puede dis– cutir y juzgar a su talante, pese a su ignorancia que es grande ex- 67. Humanismo integral... 195 ¡¡ ss. 68. C!. La rebelión de las masas. XI: La época del «señorito satisfecho». Obras compl. (Madrid, 1947), 207-214.

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