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ALFONSO DE CASTRO 211 contra los pueblos jóvenes y bárbaros que irrumpieron sobre las viejas civilizaciones mediterráneas 18 • Mas al fin, la levadura evan– gélica hizo fermentar a toda la masa social-política de aquellos pueblos, que llegan a constituir las nuevas nacionalidades euro– peas. En ese momento histórico es cuando la Iglesia se trueca en Cristiandad 19 • Cristiandad, por tanto, no es lo mismo que Cristianismo. Cuan– do Si:iren Kierkegaard pedía que el Cristianismo se introdujera en la Cristiandad, notaba también la distinción entre uno y otra. En efecto ; Cristianismo es vida y unión del alma con Cristo ; pero Cristiandad dice relación al aspecto social-político de la vida cris– tiana, en cierto sentido, algo periférico a la vida íntima de las almas. La historia recuerda ciertos momentos de aparatosa Cris– tiandad, de ostentación social-política de catolicismo, que estaban, sin embargo, internamente vacíos de Cristianismo, de auténtica vida evangélica. Quizá toda la obra de san Francisco haya que enjuiciarla como un afán por llevar el Cristianismo a las entrañas de una Cristiandad, cada día más vacía de evangelio. De todo esto colegimos que por Cristiandad ha de entenderse el régimen temporal cristiano, vigente en una determinada so– ciedad 20 • Implica, por lo mismo, unidad y armonía plenas entre la Iglesia y el Estado, entre el poder espiritual y el temporal que, aunque distintos, buscan mancomunados el mayor bien espiritual de sus súbditos, e igualmente el bien temporal, mas siempre orde– nado al bien espiritual. Daniel-Rops sigue diciendo que a mediados del siglo xrv esta idea-fuerza había cesado de exaltar la conciencia colectiva de los cristianos. «La Cristiandad, escribe textualmente, no había muer– to, pero había sido herida en sus obras» 21 • Dos siglos más tarde, la mayor de esas obras, la unidad de fe, no sólo fué herida; murió cuando el césar Carlos V, pese a su titánico esfuerzo, se ve preci- 18. Cf. GUSTAV SCHNURER, La Iglesia y la civilización en la edad media. (Madrid, 1955). I. (Der totum). 19. En 1952 escribla E . GILSON desde Lovaina : «No conocemos ningún tratado teológico explicito acerca de la noción de Cristiandadn. Así en el prólogo a su obrita Las metamorfosis de la Ciudad de Dios. Buenos Aires, 1954. Hoy ya vemos lo ha in– tentado Ch. JOURNET en e primer tomo de L'Eglise du Verbe Encarné, 269-270. ,¿'A satisfacción de todos? No queremos en este estudio enfrentarnos con el teólogo. Baste esta indicación biblioi::riífica oor el momento. 20. Históricamente el concepto de CRISTIANDAD estuvo ligado al de «oikoumene» cristiana. No creemos, sin embargo, que este hecho histórico importe una relación esencial entre ambos. 21. o.e., 739.

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