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370 GERM.\N ZAi\lORA en que su autor utilizaba los escritores de filosofía más distinguida de su siglo, sin paliar, por otra pai te, posibles defectos de la misma en cuanto al método y la exteusíon -lunares fúcílmentc rctocables por un hombre «joven, dócil y de las más felices disposiciones para el particular», como en su opinión, era el Padre Villalpamlo.' Los fiscales dictaminaron que se pasase el Curso al examen de los catedráticos de iílosofía de San isidro, árbitros repetidas veces en consultas similares. romleraban, para noticia del Consejo y de los profesores de San Isidro «ser del primer autor nacional, que trabajó un Curso latino completo de Filosofía moclenza», y la cláusula sobre interinidad con que podría ponérselo de texto oficial en las universi– dades, en tanto éstas formaban los Cursos mandados por el rey y su Consejo. 3 Atendidas las circunstancias concurrentes sobre la obra de Villal– pando (además de su nacionalidad, el buen latín, la claridad de ideas, abundancia de noticias y uso lle los mejores autores, que la fama le atribuía) aquel Tribunal se avino sin dificultad a la sugerencia ordi– naria de los fiscales, y el 17 de marzo ordenó entregar los cuatro tomos de que el Curso conslaba, a los censores isídorenses. D. José Ibáñez Falomir, catcdrútico de lógica, hízose cargo del examen de ésta; D. Antonio Fernúndcz Solano, que lo era de física, y D. Francis– co Mescguer y Arruf~lt, de úica, acornetieron el anúlisis de una y otra parte, respectivamente. 1.2. Dictamen técnico sobre el Curso El profesor Ibúñez Falomir no ocultó en su dictamen ni su admi– ración por el autor ni tampoco sus 1eservas contra el texto y el proyecto de elevarlo a la categoría de Curso Oficial en nuestros primeros centros intelectuales. Elogiaba la actitud ilustrada de Villal– pando, miembro de un instituto mús destacado en austeridad que en letras, que había logtado sobrcpont:rse a los prejuicios Je la etluca– ción conventual y leer a los mejores maestros en filosofía. No esca– timaba tampoco alabanzas a su antiescolasticismo, ni desprecios hacia una filosofía «que, con oprobio de esta nación tiene tiranizados todos nuestros estudios monústicos y públicos». Pero juzgaba que a su libro le faltaba mucho para se¡· digno de que el país lo adoptara por su guía en las disciplinas filosóficas, 2. A.H.N., Consejos, lcg. 5.339, n. 34, f. 12 (documento de 24 de febrero de 1779). 3. lb., f. 14.
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