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LA FILOSOFÍA DE FRANCISCO DE VILLALPANDO EN CATALUÑA 377 2.2. Rechaza por la facción antimoderna Mas apenas transcurrido un año de aquel magisterio, se hizo pública la oposición de los partidarios de «la sana doctrina», pese al interés mostrado por uno de sus corifeos, el P. Benito Vaquer, para que la universidad prefiriera Villalpando a Jacquier. Esa prefe– rencia se fundaba tal vez en la esperanza de que el texto del español fuera menos antiperipatético que el del francés, ya suficientemente conocido en Cervera. La poh~mica que estalló con este motivo en torno a Villalpando puede considerarse, a su vez, como un eslabón más en la cadena de la vieja querella entre las facciones escolares rivales de los tomistas y los «antitomistas», que cuminara un par de años antes en la decapitación de una estatua de santo Tomás, atribuida al partido enernigo, y en protesta por la encerrona en un aula de los alumnos seguidn1 C'i , 1 1 '._,)mismo. El 9 de noviembre de 1781 fijaba Vaquer en el sitio reservado para ello por la universidad una serie de conclusiones, que se recuerdan con el nombre de «conclusiones contra Villalpando». Habían de ser expuestas y defendidas en la sabatina del siguiente día. El espíritu de las mismas iba no sólo contra el autor, sino contra lo que repre– sentaba, la filosofía moderna; no eran en sí muy diferentes de las defendidas por Vaqucr antes de la R. O. de 26 de noviembre de 1779, (ley encaminada, en opinión de los antitomistas, a «arrancar de las universidades del reino el peripato y espíritu de partido»). Como protesta contra lo que juzgaban una violación de aquella C. O., decidieron no asistir a la sabatina los otros tres catedráticos de Artes, José Prat, José Sallarés y José Josia, recurriendo al cance– lario contra Vaquer. Piquer consideró que el caso era grave y urgente; para estudiarlo com·ocó a junta a todos los catedráticos de filosofía, al censor regio, al decano de Leyes y a un catedrático de teología. La junta reconoció que había inconvenientes tanto en la defensa de lac; conclusiones corno en su prohibición; al fin optó por una transacción, otorgando licencia para defenderlas, y exigiendo a las dos partes contendientes presentar por escrito las razones ele su antagonismo en aquel caso. En su informe al Consejo sobre lo acontecido, acusaba el cance– lario a Vaquer de transgredir las órdenes de aquél, pues seguía dictando manuscritos a sus oyentes, en vez de utilizar el Curso im– preso adoptado por la universidad. El juez académico había, en efecto, investigado en las casas de los estudiantes, hallando en las de los seguidores del tomismo «cuadernos manuscritos de filosofía»,

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